Por Francisco Flores Soria
Ese día de enero de 1863, los santiaguenses no podían imaginar todo lo que sucedería tras escuchar un tropel de caballería y ver otros hombres a pie, que no eran los soldados de Ramón Corona, vencidos en las cercanías, sino las triunfantes fuerzas de Manuel Lozada, el Tigre de Álica.
Los lozadistas saquearon Santiago, pero no solo se llevaron mercancías y otros bienes valiosos, sino lo más preciado para gran parte de los pobladores: la milagrosa imagen de su santo patrono, el Señor de la Ascensión, que el río Grande les había dejado en una creciente.
Para algunos historiadores esto sucedió un día como hoy, 23 de enero, y otros como Jean Meyer, afirman que cuatro días después; el caso es que se cumplen ciento sesenta años de ese acontecimiento, que para los santiaguenses significó una década sin la adorada efigie, “cautiva” en la ya ciudad de San Luis de Lozada, que recién había dejado su categoría de villa por decisión de Carlos Rivas, General de Brigada, Jefe Político y Comandante principal en el hoy Nayarit.
El saqueo de Santiago fue uno de los varios efectos directos de la derrota del ejército de Corona ante el de Manuel Lozada, en las lomas de Ixcuintla. El primero defendía la causa liberal republicana, con Benito Juárez; el segundo se había aliado a los conservadores mexicanos y al invasor ejército francés.
En aquel “año negro”, como así lo denomina Meyer, no hubo tregua entre las dos fuerzas actuantes en esta parte del occidente del país; tampoco la hubo antes ni la habría sino hasta 1873, con la derrota definitiva de quien encabezó la causa de los indios pueblos.
Meses antes de la batalla en las lomas de Ixcuintla, el 2 de junio de 1862 Lozada sorprendió la plaza de Tepic y fusiló a los oficiales de la sección local, aunque respetó a los sinaloenses que los reforzaban; en pocos días controló todo el Séptimo Cantón de Jalisco (hoy estado de Nayarit), salvo Santiago Ixcuintla, defendida por Ramón Corona.
Cinco días después, el 7 de junio, Corona derrotó cerca de su bastión a cuatrocientos cincuenta soldados del conservador García de la Cadena. En la misma fecha, el militar liberal ordenó el fusilamiento del sacerdote Félix Ojeda y otras personas en Santiago Ixcuintla, bajo de la acusación de ser partidarios de Lozada.
El Gobernador de Sinaloa, Plácido Vega, apoyó a Corona, quien el 19 de octubre hace un nuevo intento para tomar Tepic con 2500 hombres y obtiene un tanto costoso como breve triunfo que lo obliga a retirarse de manera precipitada y origina una seria desavenencia con el gobernante del estado vecino, quien le limita, si no le suspende, el refuerzo.
Lozada aprovecha el desacuerdo entre los mandos liberales y en noviembre se acerca con sus tropas a Santiago; luego vendrían su victoria de enero de 1863 en las lomas de Ixcuintla y el saqueo de la plaza defendida por Corona, y continuó su marcha para tomar Acaponeta.
Mal empezaba el año para las fuerzas liberales juaristas que luego se repondrían, aunque tardarían una década. Vencido y fusilado Manuel Lozada en 1873, la venerada imagen del santo Señor de la Ascensión dejó su “cautiverio” de San Luis y retornó a su concurrido templo de Santiago Ixcuintla para serenidad de la feligresía agraviada aquel enero de hace ciento sesenta años.