Entre las historias de los industriales de la motivación que no convencen ni a los más crédulos, hay una que pese a todo me gusta: la del monje sabio que hacía caridad con los pobres, quitándoles, no dándoles. Encontrose a familia numerosa que sobrevivía sólo de la producción de una vaca. Ordenó a su novicio robarles el animal, quien no tuvo más remedio que obedecer acongojado por las consecuencias del hurto. Años después, el remordimiento le hizo regresar y encontró una casa nueva y una familia próspera. Le contaron que al perder la ubre no tuvieron otra opción que buscar nuevas oportunidades, y las encontraron. En México, después de repartir dinero a los pobres, con sus innegables beneficios, es momento de robarles la vaca. La miseria se vence con el trabajo. Se puede.