En 1976 hubiera bastado el voto de la señora madre de José López Portillo para que su hijo fuera Presidente. Se presentó como candidato único. En 2024 estaba a punto de repetirse la historia: aunque se perfilaban uno o dos candidatos opositores la verdadera elección ocurriría en el proceso de destape de las corcholatas de Morena. Lo demás se vislumbraba como un día de campo. Por fortuna, la aparición de Xóchitl Gálvez hará atractivo el proceso sucesorio. Es imposible que en tres semanas de exposición tenga la aceptación de los punteros morenistas, pero cuenta, sorpresivamente, con números para inscribirse en la carrera. Se antoja que la disputa sea más civilizada si son dos mujeres las que llegan al final a la competencia. Sin apasionamiento, es tiempo que México sea conducido por una mujer.