Por Alba Cristal Espinoza Peña*

Cuando era pequeña soñaba con tener una Barbie original de ésas que se doblaban las piernas y su cabello era fino y abundante. Realmente nunca tuve una pues era lejano para la realidad económica de mi madre.

Pero sí todos los sábados nos íbamos al Tianguis Revolución que se pone en la calle Tacubaya/Churubusco, aquí en Tepic.

Ahí juntaba lo que podía de mandados que le hacía a mis hermanos, con suerte unos 15 pesos para ir a comprar ropita y zapatos para mi Barbie (que me habían regalado en alguna Navidad).

Claro, era una muñeca que sólo tenía de parecido con la original, su silueta, inclusive los cortes de sus extremidades no estaban del todo terminados, sólo rodeaba un poco de pelo su cabeza, pero para mí era perfecta…

No solía jugar mucho con ella realmente. Prefería tenerla cambiada, peinada y puesta en la mesa de mi cuarto. Tal vez visualizaba una niña/mujer que siempre tenía que estar lista, limpia, arreglada para lo que sea que se requiera.

Tuve una infancia sencilla, poco tiempo para jugar; me la pasaba estudiando y en concursos académicos, pero cada que entraba a mi cuarto y veía a mi Barbie sabía que yo tenía que estar lista, limpia y arreglada para lo que se requiriera…
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*Diputada presidenta de la XXXIII Legislatura

Mundo Barbie es una serie de textos personales de mujeres destacadas de Nayarit sobre su relación con el juguete y por medio de éste la dinámica en el núcleo familiar. Ha publicado también la académica Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara, investigadora emérita del SNI.

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