Gabriel García Márquez ganó casi todas las batallas. Patriarca y dictador en la república de las letras, tuvo en la América Latina dos pares con los que perdió sus apuestas: Augusto Pinochet y Fidel Castro. Cuando el primero robó la Presidencia de su país a golpes de traición y fusil, el escritor se declaró en huelga: sólo volvería a escribir cuando cayera el gorila. Tuvo que levantarla pues el chileno duraría en el poder más allá de lo que permite la razón. Y con Castro fue uno de los millones que tuvieron de la Revolución Cubana sueños más descomunales que los del realismo mágico. Fidel se encargó de volverlos pesadillas. Y con la otra dictadora implacable, la muerte, tampoco pudo. No logró, como alguna vez quiso, morir a manos de un marido celoso.