Por Oscar Verdín Camacho

El jueves 10, en una calle de León, Guanajuato, murió apuñalada Milagros. El ataque a la mujer, grabado por una cámara de seguridad, conmocionó al país.

Un día después, en Lagos de Moreno, Jalisco, fueron privados de la libertad los jóvenes Roberto Olmeda, Diego Lara, Uriel Galván, Jaime Adolfo Martínez y Dante Cedillo.

Otra vez el país estuvo pendiente del desenlace, con la esperanza de que fueran liberados.

El grupo delictivo que sometió a los muchachos obligó, al menos a uno de ellos, para que diera muerte a otro de sus amigos. Al final los cinco fueron asesinados.

Los criminales acuden a nuevas formas de matar, lo que les permite generar mayor terror, más miedo en los ciudadanos, imponer su ley frente a la incapacidad de los gobiernos federal, estatal, municipal.

La fotografía de los cinco: hincados, golpeados, las manos hacia atrás, muestra los ojos de profundo horror de quien sabe que está a punto de morir.

La violencia sigue escalando a niveles inimaginables. Ahora los responsables se dan el lujo de transmitir lo que hacen con sus víctimas, sin el mínimo respeto a las familias, burlándose de las autoridades.

Hace unas semanas el obispo de Apatzingán, Michoacán, Cristóbal Ascencio García, y el obispo auxiliar en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Luis Manuel López Alfaro, consideraron, el primero de ellos, que en México debería haber un día de luto, de duelo nacional, por tantos hechos de violencia: “celebrar un día de duelo y reconocer que en nuestro país hay más violencia que hace cinco años”, mientras que Luis Manuel López observó que “hay un vacío de autoridad muy terrible.”

Y por si algo faltara, frente al dolor por la tragedia de los cinco amigos, al ser cuestionado en la conferencia “mañanera” de este miércoles, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió omitir una postura y, en cambio, ponerse a bromear.

Sin dejar de sonreír, recordó que “ayer me decía un amigo, que le decía su esposa: ‘¡que me des 200 pesos para ir al mercado!’ –y el presidente se puso la mano derecha junto al oído-. No oigo. Por acá, por el otro –y se puso la mano izquierda junto al oído-. ¡Que me des 500 pesos para ir al mercado!…Mejor los 200 –y se puso la mano derecha en el oído-. Bueno, adiós.”

Su “no oigo”, insensible.

El presidente se niega a aceptar el día a día de la violencia extrema que sacude a muchas partes del país.

Cuando menos estas muertes deberían generarle una solidaridad, porque su obligación es, con la fuerza del Estado, mantener la paz, llevar a los criminales a prisión.

* Esta información es publicada con autorización de su autor. Oscar Verdín Camacho publica sus notas en www.relatosnayarit.com

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