Por Heriberto Murrieta
El fallecido Jaime Rangel fue uno de los grandes toreros mexicanos de los años sesenta. La Plaza México fue un escenario fundamental en la brillante trayectoria del torero hidalguense de San Miguel Vindhó. Ahí se encerró como novillero en 1960, recibió la borla de matador de toros en 1961, conquistó un triunfo de orejas y rabo en 1964 y se despidió en 1985. Alternó varias veces -incluso mano a mano- con el telúrico diestro palmeño Manule Benítez “El Cordobés”.
El festejo en solitario sucedió el 20 de noviembre de 1960 con astados de Pastejé. Fue la primera encerrona de un novillero en la historia del coso metropolitano. En esa temporada compitió con los ases Víctor Huerta, Fernando de la Peña, Antonio Campos “El Imposible” y Jorge Rosas “El Tacuba”.
El doctorado llegó el primer día del 61, acartelado con Manolo Dos Santos y Rafael Rodríguez. El toro de la ceremonia fue “Relicario” de la vacada de su suegro Jesús Cabrera. Esa tarde se convirtió en el centésimo matador en presentarse en el embudo de la colonia Nochebuena. El número 100 que aplicaría para calificar varios de sus trasteos, estructurados, técnicos y oficiosos.
Los máximos trofeos los consiguió tras la faena que le hizo al toro “Moctezuma” de la ganadería debutante de Reyes Huerta el 19 de enero de 1964. Su despedida resultó muy emotiva el quinto día del quinto mes del quinto año de los ochenta, alternando con el alicantino José María Manzanares y el aguascalentense Ricardo Sánchez, en la lidia de ejemplares de la ganadería de La Soledad. Esa tarde cortó un apéndice. Fue su paseíllo número 31 y último en La México. Una vez retirado, apoderó a diestros como Jorge Gutiérrez, Federico Pizarro y Fermín Spíndola.
Hace un par de años sufrió una caída que trajo como consecuencia una fractura craneal. Rangel fue un diestro oficioso, un magnífico tentador y un excelente ser humano.
Regular
No pasó del término medio la actuación de la Selección Mexicana frente a su similar de Australia, antenoche en Texas. Regular presentación de Jaime Lozano como entrenador titular del equipo nacional.
Menos mal que César “El Chino” Huerta rescató el empate cuando ya se cernía una molesta derrota ante un conjunto que no es ni remotamente una potencia. Tanto Huerta como Cortizo, que también entró al parchado terreno de juego en el periodo complementario, se mostraron sueltos y encaradores, con ganas de quedarse por mucho tiempo en el Tri.
Mañana martes por la tarde, la lozana escuadra enfrentará a su similar de Azerbaiyán, un rival que en el papel no significa un escollo de importancia para una Selección que, si sigue como está, no llegará muy lejos que digamos.