Por Oscar González Bonilla
(Este trabajo periodístico se publica como veneración al igual que admiración a Don Salvador Castañeda O’Connor, quien dejó de existir el miércoles 18 de septiembre de 2019).
Salvador Castañeda O’Connor es obligado referente de la historia política de Nayarit, uno de los pilares base del gasconismo (“en alusión a Alejandro Gascón Mercado, figura emblemática de la izquierda de este estado de México”, ha dicho Carlos Rafael Rea Rodríguez), corriente política que en la entidad nuestra tuvo predominio durante más de 30 años a partir de los años 60’s. Alejandro murió el 17 de febrero de 2005.
En la actualidad Castañeda O’Connor vive en confortable casa de la colonia Los Fresnos en Tepic, modesto el menaje como la biblioteca con estricto lo necesario para profundizar en nuevos conocimientos y escribir más libros, hasta hoy cinco, en su computadora, pero eso sí con amplia área jardineada superior en extensión a la de las viviendas de interés social que construía el gobierno. Una perra raza pastor alemán hace labores de vigilancia.
Vive Salvador muy en consonancia a su ideología comunista.
Lo encuentro entusiasta y en apariencia rebosante de salud, a pesar de sus cerca 83 años de edad (“vivir más de 80 años es casi una indecencia; pero tiene sus ventajas”, escribió Castañeda O’Connor). Me recibe en su casa con similar euforia a aquel encuentro casual de hace años en la terminal de autobuses de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, donde no sólo me dio un abrazo sino un beso en la mejilla como testimonio de amistad comunista, detalle que en la vida jamás olvidaré.
Previo a entrar en materia periodística, entrevista a la que accedió sin limitante alguna, ni de tiempo ni temas, razón de mi presencia en su casa, conversamos por más de una hora sobre diversas cuestiones de índole personal tanto de uno como del otro. Él sordo por lo avanzado de su edad, yo por una cirugía para extirpar un tumor de la cabeza, convertimos aquello en un diálogo de sordos, pero con voz a altos decibeles y elevado silencio de la biblioteca, ningún problema tuvimos para hacernos escuchar.
NACE EN FAMILIA DE CLASE MEDIA
Dice haber nacido en Tepic, ciudad capital del Estado de Nayarit, el 14 de octubre de 1931, está a seis meses de cumplir 83 años. Niega haya sido en el seno de familia acaudalada, tampoco pobre.
De inmediato hace referencia a su abuelo don Buenaventura O’Connor, quien de entre sus múltiples ocupaciones la principal fue de cantinero. Fundador de la vieja cantina nombrada Mi Oficina por la avenida México (al lado de la ferretería Pantoja) junto con el señor Domingo Villaseñor que por apodo era conocido como “Mingacha”. Tuvo varias, pero la más importante es la que construyó en el cerro camino viejo a Xalisco que se llamó “El Laberinto”.
Relata que se nombró así porque precisamente había que transitar por un laberinto para llegar a la cima del cerro. Desde allí se contemplaba en todo su esplendor la hermosura del valle de Matatipac antes de ser dañado por la mancha urbana, también se observaba la pequeña ciudad de Tepic. “Considero que fue la cantina más importante de Nayarit. Mi abuelo vendía mucho vino, sobre todo brandis nacionales e importados, pero también tequila y whisky. En esa época los bebedores locales no eran cerveceros. Creo que la cantina fue muy importante porque me topé con algunas notas que especificaban el consumo por cajas, hasta de 30 cajas de vino, más no supe si se trataba del consumo de un día, una semana o un mes, pero el consumo se medía por cajas”.
La cantina para don Buenaventura O’Connor era un buen negocio, le dejaba bastante dinero. Afirma Salvador que por más cantidades de licor que bebían los clientes no se embriagaban, cree que el aguante provenía de la cantidad abundante de oxígeno en la zona, a pesar de la altitud de la taberna. “Sabido es que la ingesta de alcohol provoca falta de oxígeno, y eso finalmente es lo que te emborracha”.
HIJO DE UN POLÍTICO HONRADO
Pido hable ahora de su familia paterna. Sentencia que la de su padre, Gabriel Castañeda Landázuri, era todavía más humilde, aunque éste siempre se dedicó a la política, “mi padre fue un hombre muy honrado”.
Refiere que don Gabriel era hijo de un minero zacatecano que se estableció en Nayarit, en San Luis de Lozada, municipio de Tepic, para desarrollar oficio de buscador de minas, donde precisamente nació Castañeda Landázuri.
“Mi padre fue un agrarista enfermizo, en cuanta oportunidad tenía, repartía tierras. Ya viejo, siendo delegado agrario en Sinaloa, cargo que le concedió el gobernador Gabriel Leyva Velázquez, amigo entrañable de él, repartió un millón de hectáreas en aquella entidad”.
Sostiene O’Connor que don Gabriel Castañeda Landázuri es el autor de la fundación de casi todos los ejidos del sur de Nayarit durante el gobierno del General Cárdenas, de 1934 en adelante.
Su padre como diputado fue líder del Congreso del Estado en su sexta legislatura, misma que califica de histórica en razón de que la minoría de legisladores, a la cual pertenecía don Gabriel Castañeda Landázuri, desaforó a la mayoría. Se conformaba por siete diputados.
Explica: “Sucede que la mayoría de diputados pretendió desconocer como gobernador de Nayarit al General Juventino Espinoza, quien, con el aval del presidente Lázaro Cárdenas, había repartido masivamente la tierra en nuestro Estado.
“La Casa Aguirre acostumbrada a cambiar de gobernador cada que se le antojaba, quiso hacer lo mismo con el General Espinoza, entonces sobornó a la mayoría de los legisladores.
Sin embargo, la minoría, de tres diputados encabezados por mi padre, que se conservó leal al General Espinoza y al General Cárdenas, se encerró en la Cámara de Diputados, que en aquel entonces se ubicaba por la calle Mina y Veracruz, en una esquina de lo que ahora es Palacio de Gobierno, protegidos por el Ejército no dejaron entrar a nadie y empezaron a desaforar gente. Ya cuando llegaron los diputados de la mayoría (cuatro) estaban desaforados, entonces llamaron a los suplentes.
“El acto, como yo he explicado, fue arbitrario, inconstitucional, antidemocrático, lo que tú quieras y mandes, pero los campesinos nayaritas mucho lo agradecieron porque se conservó en el poder el gobernador agrarista, es decir, Juventino Espinoza.
FORMACIÓN CARDENISTA
Estudió primaria en la escuela para hijos del Ejército, que se ubicó donde hoy se encuentra la escuela Fernando Montaño en Tepic. “Fue internado para gente muy humilde, fueran o no hijos del Ejército. Yo no tenía nada que ver con el Ejército, pero mi madre pudo inscribirme”.
Cuando terminó el cuarto grado, tuvo que acompañar a su madre Elisa O’Connor Gutiérrez a la ciudad de México para desahogar asuntos que ella allá tenía. De regresó a Tepic ya no lo inscribieron en el internado para hijos del Ejército, sino en la escuela Fernando Montaño que funcionaba en el edificio colonial que hoy es el Museo Regional, avenida México y Zapata, para cursar quinto y sexto grados bajo la tutela del profesor Alfredo Delgadillo Arreola.
La secundaria la realizó en el internado de segunda enseñanza para hijos de trabajadores, al igual que la anterior, fundada por el presidente Lázaro Cárdenas con el interés de que pudieran estudiar jóvenes de familias pobres. “Además de alimento, uniforme y artículos escolares, nos daban hasta `domingo´; nunca supe por qué a esa cuota semanal le llamaban el pre, mismo que ocasiones se acumulaba porque no lo recogíamos religiosamente cada semana. Se nos juntaba lo de un mes, hasta dos meses, y ya lucía”.
Castañeda O’Connor sostiene que los muchachos de esa escuela (ubicada en lo que hoy se conoce como secundaria federal, México e Insurgentes en Tepic) eran muy alboroteros y el pre lo destinaban para hacer bailes con las mejores orquestas de la época: Hermanos López, de Tepic, y Hermanos Altamirano, de Santiago Ixcuintla.
“Nosotros hacíamos bailes con frecuencia, cada tres meses por lo menos, y pagábamos la orquesta con el pre que recogía la Sociedad de Alumnos.
“Un día Chucho Ruiz, quien era el director de la escuela, dijo que ya estaba bueno que la Sociedad de Alumnos utilizara el dinero en tantas pachangas. Puso una mesa para llamar uno a uno a los alumnos y entregarles individualmente su pre, pero nosotros pusimos otra mesa a diez metros de distancia y allí llegaban los muchachos y les entregaban el pre, querían seguir con las fiestas”. Da la casualidad que Salvador Castañeda O’Connor era el secretario general de la Sociedad de Alumnos.