Para Pavel Jarero Velázquez, por su fortaleza de convicciones, por su altura de miras y su don de gentes.
Por Ernesto Acero C.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador, en estricto apego a la Constitución sometió una terna a consideración del Senado para reemplazar al (ahora ex) ministro Arturo Zaldívar. Panistas y corifeos rechazaron la propuesta al titular del Ejecutivo Federal. Si el conservadurismo de nuevo rechaza la segunda propuesta por el Presidente, “ocupará el cargo de Ministro la persona que, dentro de dicha terna, designe el Presidente de la República” (artículo 96 constitucional).
El Presidente Andrés Manuel López Obrador hace lo correcto. Los que odian al Presidente se quejan. Antes no les afligía para nada y ahora nada puede embonarles en su mundo. Panistas y adláteres ahora reniegan de sus propias reglas. Procede puntualizar en el tema que nos ocupa, que las generalizaciones no aplican: las excepciones existen.
El diseño de la ruta para la designación de Ministros de la Suprema Corte, quedó plasmado en la Constitución en 1928. Se trata de la reforma promovida por Plutarco Elías Calles y avalada, entre otros, por el entonces Senador Juan Espinoza Bávara (ver DOF-20-agosto-1928, https://www.dof.gob.mx/nota_to_imagen_fs.php?cod_diario=197559&pagina=5&seccion=1 –página 5–). El diseño callista se mantuvo con el visto bueno de los mismos que ahora, ridículamente se desgarran las vestiduras y se mesan los cabellos. Lloran los mismos que antes hicieron lo mismo. El llanto les llega un poco tarde, casi cien años después de que Plutarco le metió mano a la Ley Fundamental.
Ahora nos salen con principios morales ante la vigencia de lo que ellos aprobaron a principios del siglo XX. El Alazán Tostado aseguraba que la moral es árbol que da moras o sirve para pura chingada. Ahora sus herederos se dan golpes “axiológicos” de pecho. Lo hacen con una constitución que han burlado en silencio, a solas, en medio del fandango del poder y a veces de manera tumultuaria.
Hipócritas, fariseos, llenos los ojos de lágrimas, claman por una autonomía los que se han beneficiado de las complicidades del poder. Un ministro de la SCJN no puede ser ni autónomo ni independiente dado el diseño institucional en términos de los procedimientos que la Constitución dispone. Así lo dispone la reforma callista de 1928 que pocos hemos cuestionado.
La autonomía fue convertida en ranchos feudales en favor de intereses personales. La independencia se relativizó en función directamente proporcional a los intereses en juego: la justicia al servicio del dinero. Las instituciones, con un fuerte impulso sicalíptico han sido convertidas en prostíbulos de mala muerte, de muy mala muerte. La ley, fue convertida por politicastros padrotes, en una infame meretriz, (lejos, muy lejos de aquellas a las que le canta Jaime Sabines, el robledal de Chiapas).
Los detentadores del poder real, los que manipulan para su beneficio la existencia de siglas (PRI, PAN) ahora les ordenan a los ministros que salgan a defender el statu quo. Los ministros obedecen. El cordón umbilical ahora se muestra de manera clara con una actitud partidizada, no con una legítima actitud política. Una actitud política es bienvenida y se agradece, pues la política es suprema manifestación de lo humano. Lo que no es aceptable, es que obedezcan la voz de mando de las camarillas que los impusieron. Hasta eso, no son mal agradecidos. Lo malo es que agradecen con lo ajeno, con el poder público y no son lo que les podría pertenecer legítimamente.
Llaman a la sociedad mexicana para que se defienda a la Suprema Corte. La SCJN es un enclave endogámico que se reparten sin que importen los méritos. La gente no va a defender los privilegios de los lacrimógenos ministros: en todo caso, que a los privilegiados ministros los defiendan los privilegiados. Solamente estando tonto se pueden defender privilegios de los arrogantes que se comportan como tocados por Dios mismo. El pueblo no puede defender a los que lo han robado, ultrajado y ninguneado.
La mayoría de ministros y ministras solamente obedecen la voz de los que los impusieron constitucionalmente. Ahora sigue el turno de los que no pudieron hasta ahora, cambiar las reglas del juego. Ahora, bajo la cálida sombra de la Constitución del PAN y del PRI, López Obrador pondrá a sus ministros.
Los malquerientes de López Obrador, con los ojos anegados de falsas lágrimas, dicen que López Obrador quiere poner a sus amigos, a sus aliados, a sus incondicionales. ¡Como viven, juzgan!
Resulta una soberana estupidez pedir a López Obrador que imponga a sus enemigos. Eso no lo hicieron los que pusieron a sus actuales ministros, incluyendo al converso Zaldívar. A los actuales ministros los pusieron sus amigos, directa o indirectamente a modo de puercas “negociaciones”. Es verdad: si con los amigos es difícil gobernar, con los enemigos es imposible.
A la vista del mundo entero, la mayoría de los ministros se han zurrado en los “principios rectores fundamentales de la ética judicial”. Los principios de independencia, de imparcialidad, de objetividad y de profesionalismo se manifiestan ahora en actitudes “partidizadas” (ladinizadas, diría más exactamente). Hozan en el légamo de donde han surgido.
La mayoría de los ministros obedecen la voz de quienes les prometen (infructuosamente), dejar las cosas como están. Esto es, la mayoría de los ministros obedecen a quienes les prometen dejar todo igual y se empinan ante los que les prometen que el Poder Judicial seguirá siendo su rancho feudal. El Poder Judicial no es de los mexicanos, es solamente de ellos, de sus familias, de las restringidas zonas de la endogamia. Por eso no quieren que nada cambie.
La Suprema Corte ha sido atada “a los pies” del PAN y un poco menos del PRI. La Corte es una variable electoral ahora, contra Morena y aliados. La Suprema Corte ahora es un ariete electoral que embiste todo lo que huela a López Obrador o Morena.
La Carta Magna no dispone que las ternas deban integrarse por desconocidos, extraterrestres o peor tantito, por los enemigos de un Presidente. Esto no es la Lotería Nacional.
En la próxima administración federal se registrará el relevo de cuatro (o hasta cinco) ministros. Si no hay cambios, Claudia Sheinbaum va a proponer aliados de la justicia transformadora. Cabe recordar que los ministros no son intocables. El Pacto Federal dispone en su artículo 94 que los ministros pueden ser removidos de su encargo “en los términos del Título Cuarto de esta Constitución” (De las Responsabilidades de los Servidores Públicos, Particulares Vinculados con Faltas Administrativas Graves o Hechos de Corrupción, y Patrimonial del Estado –vea el 108 de la Constitución Federal–).
Retomando: ahora, Claudia va a poder someter a una rigurosa dieta de su propio chocolate a los que han convertido a la SCJN en ariete contra un partido y contra un Presidente. Va a impulsar a aliados: ¡ni modo que promueva a sus enemigos!
A la vista del mundo entero, la mayoría de los ministros se han zurrado en los “principios rectores fundamentales de la ética judicial”: en los principios de independencia, de imparcialidad, de objetividad y de profesionalismo. La mayoría de los ministros obedecen la voz de quienes les prometen infructuosamente, dejar las cosas como están.
Esto es, que la mayoría de los ministros obedecen a quienes les prometen dejar todo igual, se empinan ante los que les prometen que el Poder Judicial seguirá siendo su rancho feudal. El Poder Judicial no es de los mexicanos, es solamente de ellos, de sus familias, de las restringidas zonas de la endogamia. Por eso no quieren que nada cambie.