Volantín | Lecciones de Ecuador a países latinoamericanos

0
213

Por Salvador Cosío Gaona

Ecuador vive una de las mayores crisis de seguridad de su historia reciente. 

Un violento asalto a un canal de televisión, secuestros de policías, fuga de importantes líderes criminales de las cárceles e incursiones de grupos armados en universidades son algunos de los episodios que han golpeado a este país sudamericano en los últimos días. 

Lo anterior llevó a su actual presidente, Daniel Noboa, a declarar la existencia de un “conflicto armado interno” en el país, ordenando a las fuerzas militares a restablecer el orden. 

La crisis de seguridad se ha agravado especialmente en los últimos 4 años.

 Y es que el país ha pasado a ser un importante centro regional de almacenamiento, procesamiento y distribución de droga, lo que ha fortalecido a las más de 20 bandas criminales que operan en él.

En vista de esta compleja situación, ¿qué pueden aprender los otros países latinoamericanos de lo que está sucediendo hoy en Ecuador? 

 1. Mayor (y mejor) presencia estatal

Los expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que una de las cosas más importantes para frenar el avance del crimen organizado es la presencia del Estado en los distintos territorios. 

“En Ecuador tenemos un Estado que se ha evaporado, que se ha hecho invisible o que, si está presente, lo está de manera negativa”, explica Douglas Farah, consultor y analista de seguridad nacional, que lleva más de tres décadas investigando sobre América Latina. 

“Es fundamental que los países rediseñen sus sistemas para que el Estado sea visto como positivo”, agrega.

Una opinión similar tiene Pablo Zeballos, exoficial de inteligencia chileno y consultor internacional de crimen organizado. 

“El control territorial por parte de las organizaciones criminales va de la mano de un abandono del Estado. Y se pueden generar condiciones sumamente dramáticas, donde estos grupos terminan logrando acuerdos con las estructuras gobernantes”, indica. 

Para lograr una mayor presencia estatal, es clave la inversión que se haga en el sector público, en ámbitos como la educación, el empleo o la salud, afirman los expertos. 

Y es que, cuando estos factores fallan, la criminología aumenta. 

Así lo plantea el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO) que, en un informe sobre caracterización del crimen organizado en Ecuador, asegura que “la pobreza, el desempleo y la desigualdad”, que han sufrido un “crecimiento sostenible” en los últimos años, “guardan una relación causal con el nivel de criminalidad y violencia en las ciudades”. 

“La promoción del empleo es una actividad que combate la delincuencia, porque mejores niveles de vida sí están correlacionados con la menor criminalidad”, asegura la investigadora boliviana, Diana Balderrama. 

Por otro lado, para Luis Córdova Alarcón, coordinador del programa Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central del Ecuador (UCE), también es importante la presencia del Estado en la regulación de la economía de los países latinoamericanos. 

“Desde los años 90, nosotros apuntamos a la desregulación de los mercados, al libre mercado, a la no intervención del Estado en la economía”. 

“Pero mientras eso parecía conducirnos al crecimiento y al desarrollo, al mismo tiempo esas políticas se convirtieron en los mayores facilitadores para el lavado de dinero, el flujo de dinero sucio y eso apuntaló al crimen organizado”. 

“La idea de que el Estado debe achicarse y dejar que el mercado regule, lo que hace es crear un capital criminal. Y eso lo vive América Latina”, añade. 

 2. Control de la corrupción

Para los expertos, es importante que los países latinoamericanos entiendan que el crimen organizado “siempre opera en la intersección entre agente estatales, criminales y actores económicos”. 

“Por lo tanto, cualquier estrategia para contrarrestar la presencia de mercados ilícitos y de estructuras criminales tiene que apuntar en esas tres direcciones”, dice Luis Córdova Alarcón.

En el caso de Ecuador, los investigadores han constatado que las bandas se han hecho omnipresentes en la estructura del país, expandiendo sus tentáculos no solo en la sociedad civil sino que también en las propias instituciones.

De hecho, a mediados de diciembre, la fiscalía de Ecuador lanzó una megaoperación contra la corrupción y el narcotráfico, con decenas de redadas en distintos puntos de Ecuador.

El operativo Metástasis, como lo bautizaron, llevó a la detención de 29 personas, entre las que se encontraban jueces, fiscales, policías, abogados y sujetos relacionados con el crimen organizado. 

A la luz de estos hechos, los consultados coinciden en que es importante que los gobiernos latinoamericanos creen mecanismo de supervisión a las fuerzas de seguridad y del Estado, logrando su depuración. 

“Ecuador nunca hizo eso. Ecuador ha utilizado a la fuerza pública a sabiendas que existen narcogenerales en la policía o que tenemos infiltrados a criminales en las Fuerzas Armadas… entonces es obvio el resultado”, señala Córdova Alarcón. 

Para Pablo Zeballos, la corrupción es una de las “condicionantes más importantes” en el crecimiento del crimen organizado. 

“Estas estructuras no crecen de la nada. Crecen porque hay algo que les permitió crecer o porque nadie les puso atención, intencional o no intencionalmente”, afirma.

 3. Mejor inversión en sistemas carcelarios

En Ecuador, las prisiones son el epicentro de la crisis de seguridad pública. 

La realidad de otros países de América Latina, como Brasil o Venezuela, no es muy diferente. 

Y es que las distintas penitenciarías creadas por los Estados para mejorar la seguridad de quienes están fuera de ellas han tenido un efecto inverso al buscado: se volvieron centros de comando de importantes organizaciones criminales.

La paradoja quedó expuesta hace unos días en Guayaquil, donde la fuga carcelaria de Adolfo Macías, “Fito”, líder de uno de los grupos criminales más peligrosos de Ecuador, desató una ola de motines en prisiones y ataques fuera de ellas.

Frente a esto, los especialistas coinciden en que una urgencia para los países latinoamericanos es invertir en mejores prisiones, con un mayor sistema de vigilancia.

Advierten, sin embargo, que la inversión no es sinónimo sólo de mejor infraestructura.

“Puedes tener cárceles modernas, pero si eso no va de la mano de la inversión en recurso humano capacitado y mecanismos de control adecuados, es una pérdida. Es regalarle un hotel 5 estrellas al grupo criminal”, señala Pablo Zeballos. 

Douglas Farah agrega que en general ayuda que los presos estén dispersos, en condiciones “sanas” y con acceso a sus familias.

“Las prisiones siguen siendo una prioridad muy baja para la gran mayoría de los países latinoamericanos porque se cree que los criminales no tienen derechos. Pero la verdad es que si no generas buenas condiciones, las prisiones terminan convirtiéndose en criaderos de violencia y crimen”, indica. 

Por otra parte, Luis Córdova Alarcón advierte que se debe tener cuidado con los beneficios carcelarios que se les dan a los líderes de las bandas a cambio de información. 

“En Ecuador, las cárceles se convirtieron en trincheras del crimen organizado gracias a la política que estableció el propio gobierno y la policía para obtener información del tráfico de drogas”, explica. 

“A cambio de información sobre movimiento de drogas, les daban beneficios a los cabecillas delincuenciales”. 

“Y claro, el gobierno resultaba exitoso decomisando drogas, desarticulando bandas pero al mismo tiempo las estructuras de pandillas en las cárceles tenían éxito porque seguían amasando fortunas y privilegios”, señala. 

 Opinionsalcosga23@gmail.com

@salvadorcosio1

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí