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lunes, mayo 12, 2025
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El Crucificado es el Resucitado

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Sin saber a ciencia cierta el por qué, desde los primeros años en que entré en contacto con los evangelios, me llamó particularmente la atención el evangelio según San Juan y, aunque el semestre que lo estudié “oficialmente” no llegamos más allá del Prólogo porque tuve un profesor formado en la exégesis alemana de aquellos tiempos, ha estado siempre ahí como mi evangelio preferido…

Este año de “mis 70” me he acercado a él de manera muy especial y, básicamente, para acompañar una acción de gracias que he denominado “setenta veces siete gracias” y, de ese abrevar han emergido, de alguna manera dos de mi colaboraciones recientes: “Todo está cumplido”, escrita con ocasión de la muerte de Mons. José de Jesús Lerma Nolasco y “La pasión de Juan según Bach”, un texto-exhortación a la escucha de “La pasión según San Juan” de Johann Sebastian Bach…

De esa misma “fonte que mana y corre” irán surgiendo ―”electronic way”― las “palabras” de esta colaboración que vislumbro como una especie de reflexión-meditación-contemplación de la Pasión según San Juan, esa que ilumina, año tras año, en la liturgia de la Palabra del Viernes Santo.

Ante una insistencia exagerada en la divinidad de Jesús que le hacía ver como un ser transhumano y ahistórico, la reflexión teológica, particularmente en Latinoamérica, empezó a “mover el péndulo” hacia su lado humano e histórico, lo que trajo consigo algunas tensiones en el ámbito teológico y eclesial…

En ese espacio reflexivo se subrayaba que el Resucitado era el Crucificado, la identidad, pues, entre el Cristo Resucitado y el Jesús “crucificado, muerto y sepultado”, no solo “en tiempos”, sino “bajo el poder de Poncio Pilato” como dice el Credo de los Apóstoles…

No miren solo al Cristo Glorioso, sino al Jesús sufriente, ese con quien el pueblo sufriente se ha identificado siempre y de quien se compadecen en muchos cantos tradicionales que se siguen escuchando con ocasión de la celebración anual de la muerte de Jesús en la cruz.

En esa “fonte” joánica de referencia ―el relato de la pasión y muerte de Jesús― parece yacer, escondido [porque toda visión trascendente es nocturnal en esta vida] un mensaje distinto, que no contradice sino que complementa y enfoca de manera diferente la relación entre el Crucificado y el Resucitado y que se expresa como “El Crucificado es el Resucitado”, lo que, en poca palabras significa que en la contemplación del Crucificado se “transparenta” el Resucitado, que el “colgado en la cruz” es el exaltado y ascendido cuarenta días después en el relato del evangelio según San Lucas y del evangelio según San Marcos…

Así como la expresión “El Resucitado es el Crucificado” posibilitó la recuperación de la dimensión sociohistórica de las palabras y las obras de Jesús y, de manera especial de su pasión y muerte y, con ella, el carácter trascendente del compromiso con la justicia, considero que “El Crucificado es el Resucitado” es capaz de fortalecer la esperanza de las víctimas que le pueden contemplar glorificado estando colgado en la cruz, como primicia de su propia gloria…

Más concretamente…

Quienes han sido capturados injustamente, quienes han sido “levantados” y los seres queridos de los capturados y “levantados” pueden contemplar en ese Jesús en cuyos labios pone Juan la expresión “Yo Soy” ese carácter divino y señorial que hace retroceder y caer por tierra y que les da la confianza de que Jesús les acompaña y de que todos aquellos que han sufrido este tipo de dolores serán sanados y podrán ser considerados ―paradójicamente― bienaventurados

Quienes han sido acusados con cargos falsos [que ocultan las verdaderas razones], al contemplar a Jesús condenado a padecer la muerte reservada, entre otros, para quienes se oponían a la dominación romana pueden ver a Jesús que se solidarizó con quienes son condenados injustamente, así como vislumbrar que quien ya no muere más sigue haciendo suya su causa…

Quienes han sido víctimas de las autoridades que, como Pilato, condenan siendo conscientes de la inocencia de aquellos a quienes han condenado por temor a las represalias que le puedan sobrevenir, al contemplar a Jesús entregado para ser crucificado pueden sentir a ese Jesús hermanado con ellos que tiene a su Padre ―y nuestro Padre― de su lado, como ellos lo tienen también.

Quienes han sido azotados, abofeteados, torturados, objeto de burla, pueden contemplar a Jesús como el Rey que asume la suerte de quienes son rechazados, descartados, excluidos de las maneras más crueles y despiadadas y alimentar su confianza en que serán curados de sus llagas y cicatrices físicas y psicológicas.

Quienes han visto salir absueltos a culpables y ser condenados sin serlo, pueden identificarse con ese Jesús entregado para ser crucificado ante la posibilidad de que las altas autoridades religiosas le acusaran de ser enemigo del César y mirar en él a quien ha redimido a todos “los condenados de la tierra”…

Quienes han visto a sus parientes amigos, compañeros o conocidos sufrir algún tipo de muerte ignominiosa como la de Jesús ―y, probablemente ellos mismos― pueden ver en Jesús, clavado y muerto en la cruz la transparencia de esa Gloria que Juan y las mujeres que permanecieron al pie de la cruz fueron capaces de contemplar y confiar en que esa identificación del Crucificado con el Resucitado será suya también porque todo eso que Juan escribió, fue escrito para que quienes lo lean “crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y para que creyendo tengan vida por medio de él”.

En este contexto pascual, ha tenido lugar ese cumplimiento de la misión del Papa Francisco que vislumbraba cercana en ese texto escrito con ocasión de la muerte de “Lerma”, por lo que, ahora y aquí, esas últimas palabras de Jesús en el evangelio según San Juan “Todo está cumplido” pueden ser puestas en bocas de ese Papa que firmaba sus documentos simplemente como “Franciscus” como anhelo de identidad con la simplicidad del otro Francisco [el de Asís]…

Ahora y aquí, con temor y temblor, me atrevo a “murmurar silenciosamente” esbozando una leve sonrisa: Francisco ha escuchado de los labios del Crucificado-Resucitado: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”…

Y me atrevo también a extender la invitación a contemplar a Jesús y Francisco resucitados en las primicias de la Nueva Jerusalén donde ya no hay más muerte, ni dolor, ni víctima alguna…

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