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sábado, junio 14, 2025
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La profesionalización municipal en Nayarit: Un reto pendiente para el ciclo 2024-2027

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Con aprecio para el Dr. Miguel Madero Estrada

Cuando la luz del atardecer baña los edificios municipales de Nayarit, se lleva consigo las sombras del día, pero deja intactas las del conocimiento. Como en aquellas bibliotecas antiguas donde el saber era privilegio de unos pocos, los pasillos administrativos de nuestros ayuntamientos aún albergan secretos que muchos de sus custodios desconocen.

En el umbral del nuevo trienio 2024-2027, los municipios nayaritas se enfrentan a una realidad persistente: el 65% de los nuevos servidores públicos carece de experiencia directa en el puesto o función que está desempeñando. Este porcentaje disminuyó significativamente este trienio con respecto a los anteriores porque municipios como San Blas, Tepic y Acaponeta han conservado parte de su memoria institucional gracias a la reelección de sus alcaldes y la consecuente ratificación de la mayoría de los servidores públicos; sin embargo, la mayoría de los municipios continúa atrapada en el ciclo de la improvisación. Tecuala representa un caso particular, donde la nueva alcaldesa, esposa del presidente saliente, simboliza una forma de continuidad indirecta, como aquellos pergaminos antiguos que pasaban de mano en mano preservando un legado.

La administración pública moderna es un laberinto de complejidades que exige guías experimentados. Planeación estratégica, presupuesto por resultados, indicadores de gestión, contabilidad gubernamental, transparencia, gobierno electrónico,  desarrollo urbano sostenible y un largo etcétera que conforman un alfabeto especializado que muchos funcionarios apenas comienzan a deletrear cuando su tiempo en el cargo llega a su fin.

El costo de la improvisación es como un tributo invisible que pagan nuestras comunidades. Cada funcionario sin preparación representa recursos mal aprovechados, oportunidades perdidas y ciudadanos desatendidos. La Ley General de Responsabilidades Administrativas es clara en su artículo 7, fracción I: la primera obligación de todo servidor público es conocer la materia que va a desempeñar. Sin embargo, esta exigencia se desvanece como tinta en agua cuando quienes asumen responsabilidades públicas apenas tienen nociones de lo que van a desarrollar.

¿Habremos olvidado que en las antiguas civilizaciones los funcionarios eran formados durante años antes de ocupar sus puestos? El servicio civil de carrera, previsto en la ley municipal del estado desde 2002, permanece como letra muerta. Ningún municipio lo ha implementado en más de dos décadas, como si fuera un libro valioso que nadie se atreve a abrir.

Es tiempo de rescatar la capacitación formal y la formación de cuadros profesionales. Como aquellos escribas que guardaban los secretos del saber y formaban a sus discípulos, necesitamos instituciones que preparen a los futuros administradores públicos antes de que asuman sus responsabilidades. El programa de certificación de funcionarios hacendarios del INDETEC brilla como ejemplo de lo posible, cual faro en la niebla que demuestra que la profesionalización no es una utopía, sino un camino viable. Igual que los antiguos gremios medievales exigían maestría antes de autorizar el ejercicio de un oficio, podemos establecer estándares de conocimiento para quienes servirán a nuestras comunidades.

Hasta ahora, el modelo de profesionalización más acabado con el que cuenta la administración pública del estado se deriva de la relación contractual de los entes públicos con sus sindicatos. Como las antiguas castas de artesanos que protegían sus secretos y establecían jerarquías, los contratos colectivos contienen un modelo que ofrece ascensos por niveles (hasta nivel 8) apoyándose básicamente en dos premisas: el paso del tiempo y los procesos de capacitación formal, licenciaturas o maestrías, que permiten a los trabajadores obtener mejores condiciones salariales. Sin embargo, no existe propiamente un modelo en el cual el ascenso y permanencia en el servicio público se vincule a concursos de oposición o la evaluación  de los resultados en comisión conferida. Es como si hubiéramos heredado las escaleras de los antiguos templos pero olvidado que cada peldaño representaba una prueba de mérito, no solo el transcurrir de las estaciones.

Los municipios no han apostado por la profesionalización de sus empleados. Prefieren el camino conocido de la improvisación, aunque este sendero esté lleno de tropiezos y errores costosos. Cuando un servidor público finalmente domina su función, cuando ha recorrido la empinada curva del aprendizaje, su gestión concluye. Es como aprender a navegar justo cuando el barco llega a puerto.

El Instituto de Administración Pública del Estado tenía la oportunidad de ser el faro que guiara estos barcos, de formar nuevos cuadros profesionales, pero este faro nunca se encendió, quedó en otra buena intención.

Las instancias formales de capacitación el INCAFIS y el ICADEFIS, creadas por ley para fortalecer las capacidades institucionales en materia hacendaria y en fiscalización, que aun ahora reciben recursos públicos, y que en algún momento dieron buenos resultados, hace tiempo encallaron y dejaron de ser útiles para transmitir conocimiento y experiencia a los nuevos osados marineros, que investidos del cargo de servidores públicos, toman valor y zarpan a la mar sin carta de navegación ni temor a naufragar.

En tiempos donde cada peso cuenta, donde la crisis financiera acecha a los gobiernos municipales como un lobo hambriento, no hay espacio para el desperdicio del recurso más valioso: el humano. El conocimiento no es un lujo, sino una necesidad imperiosa para quienes tienen en sus manos el destino de nuestras comunidades.

Quizás sea momento de recordar que en los tiempos más oscuros de la historia, fueron siempre los conocimientos guardados y transmitidos los que permitieron renacer a las civilizaciones. La profesionalización del servicio público no es solo una exigencia legal; es la semilla que, bien cultivada, puede transformar la realidad de nuestros municipios.

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