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El Brillante: La expedición que llevó la bandera mexicana a China en 1826

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Especial Meridiano | Javier Berecochea

Domingo 7 de mayo de 1826. La humedad del Pacífico se mezclaba con el olor a brea fresca y madera salada en los muelles de San Blas. La embarcación, un bergantín de catorce cañones bautizado como El Brillante, estaba lista para zarpar. En la cubierta, los tripulantes revisaban las jarcias, ajustaban velas y se encomendaban a San Telmo. En el muelle, comerciantes de Tepic y Mazatlán intercambiaban apretones de manos y últimas instrucciones. La nave, pintada con vivos contrastes, exhibía con orgullo el pabellón mexicano: era la primera vez que el estandarte nacional surcaría las aguas del Mar de China.

México acababa de independizarse de España, pero la ruptura con la metrópoli había cortado algo más que los lazos políticos: la economía virreinal dependía de la plata extraída de las minas novohispanas y enviada a Asia a través del Galeón de Manila, que desde 1565 había sostenido un flujo continuo de riqueza entre Acapulco y Filipinas. Con la independencia, aquella arteria comercial se desvaneció. El comercio con Oriente, dominado hasta entonces por mercaderes vascos y filipinos bajo el control español, se encontró con un vacío que otros actores se apresuraron a llenar. Ingleses y estadounidenses vieron la oportunidad de monopolizar el tráfico de mercancías asiáticas en los puertos mexicanos, estableciendo rutas que dejaban a la naciente república fuera del juego.

En Tepic, un grupo de comerciantes se negó a aceptar la imposición de intermediarios extranjeros. José María Castaños y Llano, Juan de Martierena Urrutia, José Ramón Menchaca Landaluze y Manuel Gómez de Noriega decidieron fletar su propio barco y llegar a China sin depender de terceros. La travesía era una apuesta de riesgo: sin una marina consolidada, con España aún negándose a reconocer la independencia de México y con el puerto de Manila vedado a las embarcaciones mexicanas, el camino sería difícil, en la frontera de lo temerario. La tripulación quedó bajo el mando de Alonso Morgado e Inel, un navegante con experiencia en las rutas asiáticas y con contactos en Filipinas.

El Brillante zarpó ese domingo. Durante ochenta días cruzó el Pacífico sin incidentes, recalando en Guam y siguiendo la ruta de las antiguas Naos hasta las proximidades de Luzón, evitando los puertos filipinos para no ser interceptado por navíos españoles. A mediados de julio, la embarcación avistó las costas de China. Entraron a Macao el 26 de ese mes, y la sorpresa fue inmediata. Morgado lo describió en una carta: Nuestra famosa bandera mexicana asombró a todos los buques, pues es la primera que se ha enarbolado en estos mares”. La expedición había logrado su cometido.

El equipo comercial encabezado por Gómez de Noriega entabló negociaciones con la firma Yrisarri & Cía., que operaba en Macao con conexiones en Cantón. Gracias a un crédito de treinta mil pesos acordado antes de zarpar, pudieron adquirir mercancía sin comprometer la liquidez de la empresa. La carga incluyó textiles de seda, mantones, quincallería fina, porcelana, té y artículos de lujo que tendrían salida inmediata en México. Para evitar problemas con las autoridades chinas, que aún no reconocían la existencia de la nueva república americana, El Brillante navegó bajo bandera española en algunos tramos.

El 15 de diciembre comenzó el viaje de regreso. En su tornaviaje recaló en Zamboanga y en las Marianas antes de cruzar el Pacífico de regreso a América. Tocó Guaymas en abril de 1827, descargando parte de la carga para comerciantes locales, y luego Mazatlán, donde entregó mercancía consignada a Francisco José de Jáuregui. A finales de abril, El Brillante atracó en San Blas, completando una expedición sin precedentes en la historia marítima mexicana.

El impacto del viaje fue inmediato. Más allá de las ganancias, la expedición demostró que México podía sostener rutas comerciales propias sin depender de potencias extranjeras.  El precedente abrió la puerta a futuras empresas. La venta de mercancías  asiáticas en Tepic, Guadalajara y otras ciudades de occidente introducidas por el puerto de San Blas, generó beneficios a los comerciantes tepiqueños que les  permitieron reinversiones en fábricas textiles e ingenios azucareros, fortaleciendo la economía regional.

El eco de El Brillante resonó durante años en los círculos comerciales de la costa del Pacífico. La bandera mexicana, ondeando por primera vez en los puertos de China, no fue sólo un gesto simbólico: fue la confirmación de que la joven república tenía un papel que jugar en el escenario global.

Durante la travesía y el intercambio comercial, se generaron documentos que hoy son clave para reconstruir la historia de El Brillante. Entre ellos, destaca una carta de Alonso Morgado enviada desde la isla Magpies (Taiwán) el 5 de agosto de 1826, en la que detalla la navegación, las escalas y la recepción de la nave en Macao.

Al arribo de la isla Magpies (Taiwán) una de las de China a 5 agosto 1826.- Mi amado amigo: hemos tenido una de las navegaciones mas felices, sin haber experimentado el menor susto: tampoco ha sido larga, pues no hemos tenido más que ochenta días de navegación hasta Jipa (Taipa, Macao), habiendo tenido desde doscientas leguas antes de llegar a las Islas Marianas, constantes vientos por la proa y calmas; vimos esta isla, quiero decir la principal de ellas, la célebre Guajun (Guam) por el alzamiento del navío (carajo) y bergantines españoles, a la hora precisa que fijamos, refrescamos allí la aguada (aprovisionar agua potable), seguimos nuestro rumbo al estrecho de San Bernardino…

También es fundamental la misiva de José María Castaños y Llano, fechada el 17 de noviembre de 1826 en Tepic.

Gran satisfacción me resulta de haber sido el primero que en unión de otros tres amigos, ha hecho tremolar el pabellón mexicano, en medio de multitud de buques de otras naciones, en país tan distante como China; satisfacción que mal les pese a algunos despescuezadores, gozan cuatro españoles que se glorian pertenecer a la república mexicana, siendo uno de ellos su afectísimo seguro servidor. José María Castaños y Llano.

Estas cartas, conservadas en archivos privados y en registros mercantiles de la época, ofrecen un testimonio directo de la hazaña.

Fuentes consultadas

  • Berecochea García, E. J. (2025). El Brillante: Expedición transpacífica de 1826. [Manuscrito inédito]. Tepic, México.
  • Valdés Lakowsky, V. (1987). De las minas al mar: Historia de la plata mexicana en Asia, 1565-1834. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas.
  • Trejo Barajas, D. (2006). El puerto de San Blas, el contrabando y el inicio de la internacionalización del comercio en el Pacífico noroeste.”Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, (44), 11–36.
  • Permanyer Ugartemendía, A. (2013). Los comerciantes novohispanos en Asia y el viraje transpacífico, 1815-1830. En R. Marichal (Ed.), El hilo que une: Comercio, inventores y empresas entre Europa y Asia, pp. 539–557. Madrid: CSIC.
  • Yuste, C. (2007). Emporios transpacíficos: Comerciantes mexicanos en Manila, 1710-1815. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas.
  • Archivo General de la Nación (México), Fondo Marina Mercante. (1826-1827). Balanza general del comercio marítimo por los puertos de la República Mexicana(Manuscritos).

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