Hace una década, las calles de esta ciudad se rendían frente a mí y mi cuatrimotor con el que solía circular a alta velocidad o eso es lo que pasaba por mi inmadura mente de quinceañero que para aquel entones veía a Tepic como un campo de juegos para circular o realizar piruetas de cualquier tipo.
Afortunadamente nunca escuché la frase de “primero te compro el ataúd”, cuando le solicité a mi padre un vehículo para pasear por la ciudad. Pero desafortunadamente tampoco hice caso de las miles de recomendaciones que me daba, y por las cuales viví momentos que lastimosamente nunca olvidaré.
Llámenlo imprudencia, adrenalina, pulso de muerte o mera estupidez, pero hasta la fecha reconozco que no hay sensación más fascinante que estar al borde de dejar de existir y poder decir “me salve”. Bajo esa perspectiva entiendo la incomodidad motociclista que se opone a las rigurosas medidas que hoy busca implementar el Ayuntamiento de Tepic.
De verdad la comprendo, mi yo joven también se sentiría enojado de tener que esconder el rostro bajo un casco que oculte la identidad de quien realiza tales proezas temerarias, o bien de tener que adaptarme a las reglas de tránsito que impiden que aquellas hazañas de hacer un “caballito” sean una realidad.
El hecho es que ayer leyendo la declaración de un agente de vialidad, que estimaba que en Tepic tres de cada diez motociclistas que se accidentan en las calles de la ciudad viven graves consecuencias físicas, sentí escalofríos, ya que de nueva cuenta yo era parte de una estadística.
Desde los 15 años vivo con una placa en la pierna derecha producto de un accidente de mis temerarias aventuras. Los años me hicieron más consciente del peligro y leer a diario la nota roja aún más.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hasta el último corte del 2020, en Nayarit se tienen registrados 68 mil 602 motocicletas. Tan solo en Tepic, se encuentran más de 28 mil de estas unidades que a diario circulan por la ciudad.
Fue en 2018, cuando repuntó el número de usuarios de estos vehículos, año en que se compraron cerca de 23 mil nuevas unidades, cifra que equivalía el total del parque de motocicletas en 2013.
Sin embargo, claramente este incremento no responde a una intención de diversión, que muchos jóvenes encontramos en el andar a dos ruedas por la ciudad. Sino a la propia necesidad de la sociedad nayarita.
La cifra de aumento coincide claramente con los programas de las tiendas departamentales, que a través de “abonos chiquitos” permitieron a miles de familias hacerse de un medio de transporte barato y necesario para facilitar sus actividades del día con día.
A esto se une el “boom” de las plataformas digitales que ofrecen servicios privados de repartición de cualquier tipo de mercancías. La Secretaría de Movilidad de Nayarit estima que más de 4 mil 500 motociclistas se dedican a esta actividad. Entre ellos un viejo amigo con el que hace poco sostuve un diálogo, en el cual con una sonrisa en el rostro me habló sobre el giro que dio a su vida al convertirse en su “propio patrón” a través de esta modalidad, conocida popularmente como “mandaditos”.
Hoy la balanza se encuentra tambaleante, las autoridades están entre la espada y la pared. Por un lado, la imprudencia sigue matando, mutilando e hiriendo a cientos de jóvenes que no respetan las leyes de tránsito y no entienden que en el peor de los casos, los cascos de seguridad y el manejar a la defensiva son un salvavidas ante las violentas aguas del mar de asfalto.
Mientras que, por otro lado están cientos de familias que encuentran su sustento a través del transporte a dos a ruedas y que en ocasiones tienen que decidir entre regularizar su moto vehículo o sobrevivir al día a día.
EN DEFINITIVO… El llamado es para todos. Actualmente, tanto el Gobierno del Estado como el Ayuntamiento de Tepic no han hecho oídos sordos y han brindado atención a las caravanas de motociclistas que exigen frenar los operativos, objetivo que se ve imposible ante la efectividad que estos muestran para evitar la pérdida de más vidas en el pavimento.
Por otra parte, no debemos dejar de lado la responsabilidad que tenemos como automovilistas para garantizar la seguridad vial de quienes manejan a dos ruedas. De igual manera, debe existir un mayor compromiso de la sociedad motociclista, por aprender y respetar los reglamentos de vialidad. Para que al final del día, ni la adrenalina, ni la necesidad, sean motivos para acabar en un ataúd.