Por Arturo Guerrero
Ayer jueves fue día de asueto escolar para Rebeca y Sara; hubo algo más importante en su vida que un día normal de clases: su mamá rindió protesta como la primera mujer rectora de la UAN. La inasistencia al aula es algo menor a lo que su presencia en ese momento histórico significará en sus vidas.
La sesión del Consejo General Universitario inicia puntual, apenas unos minutos después de las diez de la mañana, hora de la convocatoria marcada en la invitación. El Teatro del Pueblo Alí Chumacero lució lleno. Cumplió bien el propósito de hacer lucir, fuera del campus, la toma de protesta de la rectora.
Hay tres filas en la zona A que viven de manera especial este acto protocolario, familia de la nueva rectora Norma Galván: sus hijas Rebeca y Sara ocupan los asientos 6 y 8 de la fila D, en medio, en la butaca 7 está su padre, Daniel, que casi todo el acto las toma de la mano a ambas, platica con una y otra, pero no pierde detalle de lo que ocurre en el escenario.
En la primaria Juan Espinoza Bávara de Ciudad del Valle dos alumnas no asistieron a clases, y los docentes seguramente han justificado su inasistencia: Rebeca de 11 años cursa el quinto año, en tanto que Sara, de seis años, terminará pronto el primer grado. Están emocionadas en el teatro: la más pequeña tiene listo un ramo de flores para su mamá, se lo entregará a la nueva rectora cuando termine la ceremonia. Han preparado eso ya en casa.
El aún rector Jorge Ignacio Peña pide al secretario del Consejo General Universitario Adrián Navarrete leer una carta fechada el 31 de mayo pasado del fundador de la UAN, Julián Gascón Mercado, a la entonces rectora electa, mientras se cumple la indicación, a ella se le ve emocionada por las palabras de esa misiva, por el reconocimiento amplio que hace a su persona y capacidades.
La carta que ha sido leída, y es una gran pieza con un remate exquisito citando a Amado Nervo. La habría escrito el doctor Gascón en la quietud de su casa de la calle Médanos 23 bis, en la colonia Las Águilas, al sur de la Ciudad de México. La escribió de su puño y letra, emborronó hojas, y al final, la versión definitiva se la entregó a Patricia, su secretaria en el Hospital de Jesús para que le diera formato en Word, hoja membretada como Patrono Emérito de esa institución y listo, a enviarse a Nayarit. Un gran detalle sin duda.
Por momentos, la vista de Norma Liliana se perdía hacia el auditorio, un poco girada a la izquierda, mirando a los suyos, a sus hijas a su familia que la acompañaba en las filas CH, D y E de la sección A.
Le corresponden, no han dejado de mantener toda su atención en su madre, en su esposa, la nueva rectora. A centímetros, en las butacas 8 y 9 de la fila CH están sentados sus abuelos maternos, los padres de Norma Galván: la señora Socorro (Meza Parada) y el profe Julián (Galván Ambriz). Ella no deja de tomar fotos con el celular a su hija, la mira y su cara se le ilumina. El papá se mantiene más pegado al asiento pero igualmente emocionado.
En las filas CH y D están sentados los cuatro hermanos de Norma, todos mayores. Ella es la menor y la única mujer de los cinco hijos: Óscar Julián, Víctor Miguel, Carlos Enrique y César Javier están orgullosos de su hermana, de su logro profesional que está convertido también en un logro familiar. El micro ambiente de las tres filas de la zona A es de un buen ambiente familiar, hay cuñadas, sobrinos, tías y tíos.
A las 10:33 comienza a dirigir su mensaje la doctora Galván, apenas cuatro minutos antes ha rendido protesta como la primera mujer rectora de la UAN, y la primera también, entre 15 incluyéndola a ella, que han asumido ese encargo con un doctorado.
El mensaje de la nueva rectora duró 18 minutos y 3 segundos, lo suficiente para esbozar lo que habrá de ser su ejercicio como autoridad rectoral a partir de un primer cuestionamiento que lanza: ¿por qué es importante la universidad? y que ella misma da respuesta al citar que en casi 53 años de vida institucional, de la alma mater han egresado 126 mil nayaritas, el diez por ciento de la población actual de Nayarit.
Luego vinieron otros mensajes, el de la representante de la SEP y del gobernador Miguel Ángel Navarro. El final llegó y ella, la doctora Norma Liliana, clausuró la sesión del Consejo General Universitario, con lo cual cerró el momento más relevante hasta hoy en su carrera profesional.
Desesperadas por abrazar a su madre, Rebeca y Sara se enfilan hacia el escenario, la menor lleva ya el pequeño ramo de flores, arriba hay una multitud que se arremolina en torno a la nueva rectora, que ya se ha tomado decenas de fotografías.
Entre la multitud se abre paso Sara que abraza a su madre y es la única capaz de hacerla romper en llanto. Se dicen palabras al oído. Viene ahora Rebeca, y también hay una gran emoción. “No quería llorar pero vi a mi chaparra y no me aguanté”, dijo a alguien la rectora.
Toda su familia la ha abrazado, su padre incluido, que se mantiene a unos cinco metros, solamente observa con sus ojos acuosos. Le digo sobre el gran honor de tener a su hija rectora, asiente y dice que es uno grande: “que no cabe en el pecho, es la más chica y única mujer, el cien por ciento de seguridad tengo de que hará un buen papel, por su carácter, es muy apegada a lo legal, confío en ella”, dice con sobrada emoción este hombre, maestro jubilado que inició su carrera docente en Rosamorada.
En esas filas del teatro se vivió de manera especial la toma de protesta de la primera mujer rectora de la UAN. Ahí, desde la fila D, Rebeca y Sara miraron a su madre rendir protesta; se llenaron de orgullo, y supieron que valió la pena perder un día de clases, que hoy viernes podrán reponer el conocimiento, pero que hay momentos en la vida que solamente se viven una vez.
Hoy viernes, Rebeca y Sara regresaron a la escuela, ayer tuvieron, sin proponérselo, una cita con la historia, aunque para ellas solamente fue acompañar a su madre a asumir el encargo profesional más importante que a sus 42 años ha alcanzado: ser rectora de la institución que la formó.
Excelente noticia