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sábado, enero 18, 2025
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Se pierde Nacho rumbo al norte

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"Don Rosendo, así se llamaba mi padre, me encerró en un cuarto y con una soga me pegó hasta dejarme inconsciente, por eso, en la primera oportunidad que tuve me escapé de la casa y de trampa me fui a la ciudad de Tijuana", dijo Don Ignacio

Ignacio es un hombre de apenas 52 años de edad que vive perdido en el alcohol. Dejó el hogar familiar cuando apenas tenía 15 años de edad: una decepción amorosa y la golpiza de su padre por abandonar la escuela, son, dice, las causas de su vida de perdición.

Para esta charla con Meridiano, nacho apenas ha despertado minutos antes de una siesta que tomó en plena plaza principal; por un buen rato, acostado en una banca, ha soñado tal vez con su historia que se supone a contarnos. 

“Desde los 15 años empecé a beber alcohol, recuerdo que aún estaba en la secundaria cuando por primera vez, junto con mis compañeros de tercer año comenzamos a tomar cerveza como locos, en una tardeada; era la época de la música disco, del alcohol y de la motita, esa tarde nos pusimos hasta la madre”, relata con perfecta puntualidad.

Recuerda que fue durante esa tardeada, que se llevó a cabo en una colonia de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, cuando le declaró su amor a una compañera de su salón de clases: “ella se llamaba Blanca, era la más hermosa de toda la escuela, yo estudié en una escuela técnica; recuerdo que esa tarde bajo los efectos del alcohol y la motita, le pedí a Blanca que fuera mi novia, lamentablemente para mí, afortunadamente para ella, me dijo que no, que porque yo no le gustaba, ante el desprecio de la mujer que sentía que yo amaba, me perdí cada día más en el alcohol, comencé a beber todos los días, abandoné la escuela y por vergüenza nunca volví al salón de clases, me valió madres la escuela”, comenta.

Nacho nunca avisó a sus padres que ya no volvería a la  escuela: “pero a los dos meses que dejé de ir a la escuela, mi padre se enteró que había abandonado los estudios, fuimos a hablar con el director y le hicieron saber a mi jefe que ya me habían dado de baja porque tenía ocho semanas que no iba a clases, mi padre guardó silencio ante los maestros, pero al regresar a casa, don Rosendo, así se llamaba mi padre,  me encerró en un cuarto y con una soga me pegó hasta dejarme inconsciente, por eso, en la primera oportunidad que tuve me escapé de la casa y de trampa me fui a la ciudad de Tijuana, pero allá me hundí más en el alcohol y las drogas”.

“Hace poco más de un año regresé a la ciudad de Guadalajara para buscar a mis padres, ya habían muerto los dos, mi madre murió primero y después falleció mi padre, eso me dijeron en la casa donde antes vivíamos, no sé quiénes son los que ahora viven ahí, no los conozco, no sé si la casa la vendieron o no, pero después de casi 40 años de vivir fuera de la ciudad de Guadalajara, al regresar a donde fue mi hogar, digo mi hogar, si es que se le pueda llamar hogar a un salón de castigos, pero al regresar todo lo encontré muy cambiado, ya no conozco a nadie, ni nadie me conoce a mí”.

Nacho ha decidido regresar a la ciudad de Tijuana: “ahora voy de regreso a Tijuana, allá no tengo familia pero sí tengo amigos, voy a volver con ellos, ellos son como yo, ellos  se la navegan tomando alcohol todos los días, voy a reunirme con ellos, quiero estar con mis amigos, por si un día de estos la muerte viene por mí, que sean ellos los que  me entierren. Acá en Guadalajara hay millones de gentes, pero siempre me he sentido solo y humillado, por eso ahora voy de retache para Tijuana, antes de regresarme a Tijuana fui a buscar a Blanca, al amor de mi vida, pero ella tampoco vive ahí, entonces para qué me quedo en Guadalajara, para caminar como loco por la ciudad sin rumbo fijo, mejor me voy a morir a Tijuana, allá sí tengo amigos, allá sí me conocen”,  puntualizó el entrevistado.

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