Salvador Cosío Gaona
Un muy sentido y justificado reproche emitieron los jesuitas de México, acusando a las autoridades de no haber actuado para impedir el asesinato de dos de sus compañeros sacerdotes en la Tarahumara; concretamente se refieren a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), que de acuerdo con documentos filtrados procedentes del ciberataque de que fue objeto el ejército, pudieron haber impedido el asesinato de los dos prelados.
A tres meses del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas en la misión de Cerocahui, en la sierra Tarahumara y ante las recientes filtraciones de un grupo de hackers denominado “Guacamaya” que desnudan el trabajo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús difundió un comunicado en el que define su posición ante los diversos documentos militares que hacen referencia a la labor del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) y a los hechos de Cerocahui.
En principio de cuentas, los jesuitas respaldaron el trabajo que por casi 34 años ha realizado el Centro Prodh. Rechazaron que, en documentos castrenses, se le clasifique como “grupo de presión” y lamentaron que las declaraciones públicas de los integrantes del Centro sean objeto de monitoreo intensivo, lo mismo que las declaraciones de las víctimas a las que acompañan.
“Recordamos que el trabajo civil de defensa de derechos humanos y el acompañamiento a víctimas es fundamental para la consolidación del Estado de Derecho y la Democracia en nuestro país”, aseguraron los jesuitas ante documentos de la Sedena en que proponen que el centro jesuita que lleva el nombre del beato Miguel Agustín Pro Juárez sea considerado como un foco subversivo.
Pero si ese señalamiento –producto de las filtraciones del grupo de activistas hackers—resulta indignante para los jesuitas, más lo es el contenido de los documentos militares relacionados con el caso de Cerocahui que se han hecho públicos.
“De acuerdo con la información difundida en medios, estos indicarían que el Estado mexicano identificó, con antelación, las actividades delictivas en la sierra Tarahumara de quien a la postre perpetraría el homicidio de nuestros hermanos Joaquín Mora y Javier Campos, mismo que a más de cien días sigue impune”, lamentó el comunicado de los jesuitas de México.
Cabe destacar que el ejército mexicano (siempre según los documentos filtrados) conocía por lo menos con dos años de anticipación a los asesinatos de los padres jesuitas Campos y Mora el modo de operar del capo criminal José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, quien es el principal sospechoso de haber acabado con la vida de los sacerdotes y de un guía de turistas de la zona.
Por ello, más adelante señalan que de haberse actuado en consecuencia, la tragedia “probablemente se hubiera evitado”.
Adicionalmente, expresaron su preocupación porque en los documentos militares emitidos en los días posteriores a los asesinatos, “se especifican instrucciones para monitorear las declaraciones públicas de las autoridades eclesiásticas presentes en la zona, con el fin de evaluar si eran críticas contra el actual gobierno”.
A la comunidad jesuita de México –y a la Iglesia católica en su conjunto—le parece “muy grave y preocupante” que la inteligencia militar “no se haya concentrado en localizar al perpetrador de los asesinatos, hasta hoy prófugo, y sí en monitorear los pronunciamientos públicos de los sacerdotes”.
Por ello, los jesuitas en México siguen exigiendo paz y justicia. “Damos testimonio de la labor legítima de nuestra obra social, Centro Prodh, quien ha contribuido –como invita al Papa Francisco– ‘con coraje y determinación’ en la defensa, promoción y difusión de los derechos humanos”.
El mensaje que ha corrido por las redes sociales de todo el país termina diciendo que la Compañía de Jesús (que llegó de nueva cuenta, tras su expulsión en 1767 a la sierra Tarahumara desde el 12 de octubre del año 1900) continuará haciendo oír su voz, “siempre tan respetuosa como firme, para impulsar la reconciliación del país”.
Cabe recordar que los dos sacerdotes fueron asesinados el lunes 20 de junio del presente año, luego de que intentaran ayudar a un hombre herido que también fue ejecutado.
Se trataba de Javier Campos Morales, El Gallo, y Joaquín César Mora Salazar, El Morita.
El asesinato se registró en la tarde de aquel lunes, cuando un hombre buscaba un lugar para refugiarse ya que era perseguido por personas armadas que querían acribillarlo. La guarida donde el sujeto intentó protegerse la encontró en una iglesia del pueblo de Cerocahui, ubicado en la región de la sierra Tarahumara al norte del país, donde se encontraban los dos sacerdotes jesuitas, quienes se mostraron dispuestos a socorrerlo.
Sin embargo, el agresor siguió a su víctima hasta el interior del centro religioso y, sin dudarlo dos veces, abrió fuego contra el sujeto que era perseguido. Reportes preliminares indicaron que se trataba de un guía de turistas identificado como Pedro Eliodoro.
A pesar de que los clérigos intentaron detenerlo, el supuesto sicario no titubeó y también les disparó al Padre Javier Campos y al Padre Joaquín Mora.
Fue así como las tres personas perdieron la vida en el lugar del ataque. Como en ocasiones sucede en crímenes perpetrados por la delincuencia organizada, los agresores se llevaron los cuerpos de la escena del crimen.
De manera extraoficial se ha señalado que Noriel Portillo Gil, “El Chueco”, sería el presunto responsable de la sustracción de los cuerpos de los sacerdotes de 79 y 81 años de edad.
El Chueco ha sido señalado como el supuesto líder de una célula del grupo delictivo “Gente Nueva”, considerado como el brazo armado del Cártel de Sinaloa en Chihuahua.
Medios locales reportaron la presencia de un tercer clérigo quien, además de sobrevivir, suplicó a los hombres armados que no se llevaran los cadáveres de sus hermanos jesuitas, sin poder hacer nada al respecto.
A pesar de que este asesinato se registró el lunes 20 de junio, no fue sino hasta el día siguiente que la noticia cobró mayor notoriedad en los medios de comunicación de circulación nacional. En ese sentido, la comunidad de jesuitas en México condenó los hechos y mostró sus condolencias para los sacerdotes que se entregaron en cuerpo y alma en ayudar a los habitantes de la Sierra Tarahumara durante décadas.
“No solo eran curas de Sacristía, sino verdaderos amigos, papás, hermanos y compañeros de camino”, comentó un sacerdote de la comunidad tarahumara. Los testimonios de las otras personas que conocieron a los Padres Javier Campos y Joaquín Mora coincidían en que ambos sacerdotes eran parte del pueblo, a quienes se refirieron como “queridos y entrañables”.
Como ya se dijo, los documentos filtrados del hackeo y publicados por medios de comunicación, refieren que el ejército tenía conocimiento de los movimientos del presunto responsable del doble homicidio, de ahí el malestar manifiesto de los jesuitas, quienes consideran que el ejército debió actuar en contra del delincuente con la información que tenía, y luego entonces quizá sus hermanos sacerdotes seguirían con vida.
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