Se cumplieron 45 años de la alternativa de Jorge Gutiérrez, que tuvo lugar en la Plaza Mexico el 11 de febrero de 1978 de manos de Manolo Martínez, llevando como testigo a Curro Rivera, con toros de Garfias.

A los 17 años, Jorge Alberto Gutiérrez Argüelles dejó todo para ser torero. El 21 de diciembre de 1975 recibió de Lalo Cuevas la oportunidad de torear de luces por primera vez en plaza La Florecita, lo que le dio pase directo para presentarse como novillero en La México un año y medio después. 

En su primera y única campaña novilleril en el coso metropolitano, dejó constancia de su gran potencial y se llevó el Estoque de Oro. Todavía recuerdo la figura garbosa de Alfonso Ramírez “Calesero” bajando al ruedo a entregarle el trofeo.

Doctorado al año siguiente en la propia catedral de la tauromaquia americana, Jorge inició su camino hacia la consolidación como figura, título que alcanzaría en la década siguiente, no sin antes triunfar legítimamente en España en 1982. 

En todo momento, junto con su valor y su entendimiento del toreo, el pundonor ha sido acaso su rasgo más característico. 

Profesional en toda la línea, dueño de una gran vergüenza profesional, de Jorge podía esperarse cualquier cosa excepto la medianía de la especulación. Siempre salió dispuesto a desquitar la paga y su papel en el buen momento que vivió el espectáculo durante los años noventa fue determinante. 

Hombre bien nacido, ajeno a sucios intereses y algo pesimista ante su porvenir, irremediablemente atraía la mala suerte en los sorteos. Muchas veces debió pechar con los lunares de los encierros, sufrió graves cornadas (Berrinches de Garfias le interesó la cavidad abdominal en diciembre de 1990), regresó a España sin cosechar el éxito de su primera incursión y debió lidiar en Francia un torazo que había circulado por toda la Península, lo que agudizó su aprensión. 

Aún así, todavía le quedaban varios años en la cima. El 4 de febrero de 2007 se despidió en la capital y aunque no corrió con fortuna, dejó constancia de su jerarquía con un actuación esforzada que recibió la recompensa de un respaldo popular incondicional. Cada vez que se acercaba la barrera para tomar una nueva muleta o cambiar el estoque simulado por la espada, la multitud se ponía de pie para aclamarlo.

Cuando pasaportó al toro de obsequio de Carranco que epilogó su carrera, en medio del caos, con el ruedo tomado por el populacho, Jorge se abrió paso para despedirse de sus fieles partidarios. Bañado en lágrimas y acompañado de sus hijos, quienes también lloraban, a tropezones dio el hidalguense su último recorrido en torno a la barrera del pandero de Insurgentes.

Además de un notable profesional, Jorge fue un torero de valor y oficio, figura indiscutible de la transición del último cuarto del siglo XX y los comienzos del XXI.

Por si fuera poco, ha encarado una difícil enfermedad con entereza y fe inquebrantable. 

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