“Espera regalos el Día de Reyes”, se leía en el telegrama que me amaneció el 25 de diciembre debido a la escasez monetaria provocada por la omisión de pago de las clientes del taller familiar de costura del que vivíamos. Así que mi madre Margarita, experta en vender esperanza, redactó el mensaje en nombre del Niño Dios, que era el que traía los juguetes navideños a Tepic. Eso me dejó una huella imborrable que me permite tener una actitud positiva cuando las cosas no caminan como uno espera. Sueño siempre ese telegrama amarillo de caligrafía amable que me dice que más adelante las cosas se compondrán. Como hace tantos años, que tampoco el 6 de enero amanecieron regalos. Hasta el 7, otro telegrama con una moneda y un mandato: “Obedece a tus mayores”.