Por Daniela Gurrola*

Entre mi hermana y yo llegamos a tener más de 50 Barbies. Con emoción cada diciembre esperábamos a la nina Maura y al tío Alejandro, que llegaban de Estados Unidos a pasar Navidad en familia. Sabíamos que el Niño Dios con ellos traería juguetes para todos los sobrinos pero en especial una Barbie para mi hermana y otra para mí. No recuerdo en qué momento dejaron de regalarnos muñecas y los obsequios se convirtieron en maquillajes, bolsos, ropa y perfumes de moda. Pareciera que los accesorios de la Barbie los traíamos ahora puestos mi hermana y yo.

Me encantaba jugar a las Barbies con mi hermana, mis primas y amigas. En el mudo Barbie no sólo era andar arregladas. Recuerdo que trabajábamos, salíamos de viaje, teníamos oficinas, construíamos nuestras casas sólo con la imaginación y con algunas cosas que sacábamos a escondidas de mi mamá. Teníamos carros y aviones, pero ésos eran las cajas de los zapatos. Creo que una parte de mi mundo Barbie de niña sí lo traje un poco a mi propia versión de adulta. Me gusta trabajar, arreglarme, salir con mis amigas, disfruto mi familia y sigo soñando e imaginando cosas que quiero hacer y ser.

A los 12 años dejé las Barbies. Las regalamos a primas y a otras niñas más pequeñas. Ya de casada un Día de Reyes me llegó nuevamente una Barbie. Me emocioné y me trajo mis mejores recuerdos de mi infancia, de familia, de esas navidades que esperaba con ansias. Tengo algunas Barbies, entre ellas la futbolista, la fashion y una especial que es la política, la Barbie Presidenta de Estados Unidos.

Recordar de dónde venimos, seguir imaginando y soñando son un suspiro para el alma. Gracias hasta el cielo a la nina Maura y al tío Alejandro, que se fueron a conquistar el sueño americano y gracias a ello me tocó conocer el mundo Barbie.

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*Premio Estatal de Periodismo en Nayarit 2021 y 2022

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