Por Oscar Biorato Padilla
Siempre he sido una persona apasionada por las artes, especialmente la música y la pintura, pero nunca imaginé que acabaría dedicándome a la fotografía. Desde niño, me encantaba pintar y replicar imágenes; a veces tomaba fotos con las cámaras de rollo de mis tías, capturando instantáneas de mis mascotas o del cielo. Aunque los resultados nunca eran los que yo esperaba, continué con esta afición cuando los teléfonos móviles con cámara se volvieron populares.
Alrededor de los 15 años, comencé a tocar el bajo eléctrico. Cada vez que tocaba y veía a los fotógrafos documentar los eventos, me imaginaba desde su perspectiva y fue ahí donde surgió mi interés en convertirme en fotógrafo de conciertos.
Hace apenas 3 años, me lancé de lleno a esta pasión. Tras atravesar momentos difíciles durante la pandemia, algo me llevó a considerar la idea de adquirir una cámara. A partir de ese momento, todo comenzó a encajar como si un cambio abrupto hubiera ocurrido en mi vida. Todo ha transcurrido como si fueran casualidades o coincidencias increíbles. La fotografía me reconectó con la música, permitiéndome colaborar y trabajar con muchos de los artistas a quienes admiro. Con algunos, incluso, he forjado amistades sólidas.
Me gusta cómo la fotografía, de cierta manera, conecta las dos formas de arte que siempre han estado presentes en mi vida. Para mí, la fotografía es una forma de expresión muy poderosa, es como crear una pintura con un solo clic.