México hospitalario: a propósito del papel de nuestro país ante golpe de estado chileno

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De pronto ―como cuando cambia el viento, diría Luca Barbarossa en su canción “il tuo giorno”― esas “palabras” cuya emergencia y transformación en colaboración para El Meridiano de Nayarit se fueron tornando más y más difícil hasta conducirme a un silencio abierto a su eventual reemergencia, han vuelto a emerger con ocasión del quincuagésimo aniversario del golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende ―el primer gobierno de corte socialista llegado al poder por vía democrática― y, más específicamente, a partir del comentario del periodista Rafael Cardona en referencia al rol desempeñado por la Embajada de México en Chile en aquella coyuntura y en los días, meses y años posteriores.

En medio de este aniversario ―con ocasión del cual el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha hecho presente en tierras chilenas y en el que se ha mostrado fehacientemente la polarización política que sigue vigente en aquel país sudamericano ahora gobernado por un presidente que llegó al poder con altos niveles de aprobación que se han derrumbado y con un proyecto neosocialista que despertó esperanzas en sectores más o menos amplios de las izquierdas críticas― no es fácil posicionarse frente a aquel evento más allá de condenar el hecho por el claro intervencionismo norteamericano y de condenar la manera brutal en que las fuerzas armadas actuaron aquellos días y los meses y años que vinieron después…

Sin embargo, fue la referencia a la manera magistral en que actuó la diplomacia mexicana en esa compleja situación, la que hizo posible la reemergencia de la “palabra”, la que reemerge de manera difusa y potente, necesitada de un esfuerzo que le dé sentido, validez y, en la medida de lo posible, calidez.

Motivado por las palabras de Cardona y orientado por un artículo de Bertha Hernández publicado en el diario Crónica el domingo 10 de septiembre que lleva por título “A medio siglo del golpe militar en Chile”, dejaré fluir unas “palabras”…

Antes de llegar a la presidencia de la República, el médico cirujano Salvador Allende tuvo una larga carrera política como miembro del Partido Socialista que le mantuvo a lo largo de 30 años como senador de la república tras una primera elección en 1945 y tres reelecciones en 1953, 1961 y 1969 y que le nombró candidato en tres elecciones previas [1952, 1958 y 1962] a la que, en septiembre de 1970 le llevaría, finalmente a la presidencia.

Para entender un poco el desempeño de la diplomacia mexicana en la coyuntura del golpe de Estado de 1973 es importante recordar la figura del presidente Luis Echeverría, quien ―más allá de su desempeño interno en el que se le responsabiliza en la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, de la represión del “halconazo” del Jueves de Corpus de 1971 en instalaciones del Instituto Politécnico Nacional siendo ya presidente, así como de la Guerra sucia contra guerrilleros y opositores durante los años de su mandato― asumió siempre un rol que se podría denominar progresista en el ámbito internacional y que, en la coyuntura del golpe de Estado contra el presidente Allende, alcanzó uno de sus momentos culminantes y dignos de memoria.

Desde su triunfo, la postura diplomática de nuestro país y del presidente Echeverría en particular fue de apoyo y de beneplácito, alcanzando un momento celebrativo durante la visita del presidente chileno a nuestro país poco menos de un año antes del golpe y en la que pronunció un célebre discurso en la Universidad de Guadalajara, en un evento en que estuvieron presentes Echeverría y Allende, así como los cancilleres de Chile [Clodomiro Almeida] y de México [Emilio O. Rabasa].

En aquellos días, la embajada mexicana se convirtió en una especie de santuario en que ―comenzando por la propia familia del presidente Allende― cientos de chilenos se refugiaron en ese territorio mexicano al que pudieron llegar jugándose ―literalmente― la vida, antes de emprender el vuelo a tierras mexicanas, en las que fueron bien acogidos como lo habían sido unas décadas antes los exiliados españoles.

Entre el 15 de septiembre de 1973 ―fecha simbólica sin duda para buena parte de los países latinoamericanos― en que se dio el primer vuelo y junio del año siguiente, salieron de Chile con destino a México 756 personas, algunas de las cuales ―de acuerdo con sus perfiles― hallaron acomodo en diversas instituciones de educación superior, entre ellas, si no mal recuerdo, el fallido Centro de Estudios Políticos y Económicos del Tercer Mundo cuya sede estaría [¿Estuvo?], ni más ni menos que en “San Pancho”, ahora municipio de Bahía de Banderas…

Interesante que los gestores de esta operación diplomática ―que culminaría con el rompimiento de relaciones con el gobierno encabezado por Augusto Pinochet― hayan pertenecido a la conocida como “ala izquierda” del PRI, esa que años más tarde apoyaría al Frente Sandinista de Liberación Nacional; rompería con el PRI para formar, junto con otras organizaciones de izquierda, el Frente Democrático que, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, participaría en la competida y controvertida elección de 1988; se convertiría en el Partido de la Revolución Democrática y que bajo las siglas del Movimiento de Regeneración Nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador, llegaría al poder supremo con un proyecto transformador que, al igual que la Unión Popular chilena por una vía democrática.

Lamentable que este 50° aniversario del golpe de estado en Chile se dé en un país polarizado en el que los partidos de la derecha siguen considerando el golpe como algo inevitable y con un presidente de una izquierda hasta cierto punto inédita que despertó esperanzas no solo en su país y que, sin embargo, ha ido perdiendo el apoyo de muchos de quienes votaron por él.

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