“Poner los puntos sobre las íes” es una expresión que tiene varios significados, entre los que la Real Academia Española destaca dos: “”Determinar y precisar algunos extremos que no estaban suficientemente especificados” y “Acabar o perfeccionar algo con gran minuciosidad” que, a decir verdad, no aclaran demasiado, pero dejan clara la idea de que se trata de determinar, precisar o perfeccionar y tiene en sus orígenes un modo de distinguir en la escritura gótica del siglo XVI dos íes consecutivas de una “u” por lo que, en un primer momento la manera de mostrar la diferencia entre aquellas y esta fue poner una tilde o acento, el que, posteriormente, se convirtió en ese punto que la “i” minúscula conserva hasta nuestros días.
Obviamente, el contenido de mis “palabras” en esta colaboración, no tiene que ver directamente con estas “cápsulas gramaticales” previas, sino con el libro publicado recientemente por la Dra. María Amparo Casar que lleva por nombre, precisamente, “Los puntos sobre las íes”, cuyo subtítulo ―como suele suceder― especifica de qué va su contenido: “el legado de un gobierno que mintió, robó y traicionó”.
Con ese tema, la autora desarrolla seis temas ―cuatro de los cuales comienzan con la letra “i” utilizada como prefijo negativo y dos que la incluyen después del prefijo negativo [sigo muy “gramático”] “des”― sobre los que más que poner los puntos correspondientes, pone acentos que fortalecen a una de las dos vocales débiles de la lengua española y refuerzan la idea clave de un gobierno que se comprometió a no mentir, no robar y no traicionar y que, hacia el final de su administración puede ser acusado de incumplimiento, para seguir recurriendo a las “íes”…
Los cuatro temas cuyos términos inician con “íes” utilizadas como prefijos negativos son: ilegalidad [capitulo 2], impunidad [capítulo 3], incompetencia [capítulo 5] e incongruencia [capítulo 6]; los dos temas cuyos términos inician con el prefijo negativo “des” y cuyos términos comienzan con “íes” son: [des]institucionalización [capítulo 1] y [des]información [capítulo 4].
Las “palabras” que comparto aquí son producto de la recepción concorde y crítica llevada a cabo hace unos pocos días.
En el tema de la ilegalidad, la autora subraya el desprecio por la legalidad como una constante en la actuación del presidente que lejos de atenuarse con el paso del tiempo, se ha incrementado y, a lo largo de 15 páginas de su libro pasa revista a una serie de acciones violatorias de diversas leyes o en las que disimula legalidad.
En el tema de la impunidad, la autora considera que ya en las postrimerías de este sexenio la protección y la impunidad que se les dispensa a los funcionarios públicos de quienes se han evidenciado actos de corrupción es la misma que en administraciones anteriores.
El tema de la incompetencia, lo aborda la autora a partir de referencias a personajes como Warren Buffet, Steve Jobs y al bombero Paul Adair en las que se habla de contratar a los mejores y dejarlos hacer lo que saben; contratar personas inteligentes que digan qué hay que hacer y contratar profesionales para hacer el trabajo para, inmediatamente después, contrastarlo con la máxima obradoriana que considera que lo importante es tener servidores públicos con un 90% de honestidad y lealtad y 10% de capacidad y experiencia, lo que se ha traducido en quedarse con gente a la que le indica qué hay que hacer y qué no; con personas que lo apoyan en todas sus decisiones, “sin ponerle puntos a las “íes” a las que él no se los haya puesto” por recurrir a la metáfora central del libro y de estas “palabras”. Entre las consecuencias de esa oda a la lealtad sin importar la capacidad, la autora apunta la intensa pérdida de capacidades profesionales y técnicas de la burocracia.
En el tema de la incongruencia, la autora hace “de memoria mientras escribía” un listado de las que ha encontrado en este gobierno: “El clientelismo que ayer era un vicio del PRI, hoy con AMLO es virtud y justicia; la oposición al fiscal carnal fue sustituida por el “nombramiento” de un cercano; la crítica a las ternas y designaciones de allegados de los expresidentes para la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue imitada y exacerbada con cinco aliados que supuso incondicionales; la oposición al uso de los programas sociales personalizados se olvidó y hoy más que nunca se identifican como beneficios directos del presidente; se dijo contrario a la concentración de facultades en el Ejecutivo y hoy las extiende; lo que consideró una posición pusilánime frente a Donald Trump de parte de Peña Nieto se convirtió en algo peor, su alabanza; el tan criticado mayoriteo en el Congreso hoy es ejercido a plenitud y a sus iniciativas no se les mueve ni una coma; la denostada militarización hoy no es solo promovida sino exacerbada”.
En relación con la desinformación, la autora subraya, básicamente, dos puntos: la opacidad que ha caracterizado a este gobierno, cuya política ha consistido en negar información, ignorar las resoluciones del INAI, mantener desactualizadas sus bases de datos y clasificar cada vez más información con el argumento de que se trata de asuntos de interés público y de seguridad nacional y “las mañaneras” como fuente de información para contrarrestar la que proporcionan los medios de “desinformación”. Para la autora, esta herramienta de comunicación ha sido, para el jefe del ejecutivo, un instrumento eficaz de campaña permanente, de propaganda, de exaltación de su persona, de mentiras respecto al estado que guarda la nación, de exclusión de voces discordantes, de insultos a otros poderes, órganos autónomos, medios, formadores de opinión, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales.
Desde mi punto de vista, “el punto sobre las íes” mejor desarrollado en el libro y, quizás, el que implica mayor riesgo, es el tema de la desinstitucionalización, en cuanto que ha ido haciendo depender el ejercicio del poder de la voluntad soberana de una persona que está convencida no solo de representar, sino incluso, de encarnar los anhelos del pueblo, del denominado México profundo.
En relación con este tema, la autora analiza cuatro modos presentes en el proceso de desinstitucionalización: por eliminación o sustitución; por captura o inoperancia; por daño reputacional y por disminuciones presupuestales. La única excepción en este proceso: las Fuerzas Armadas…