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lunes, septiembre 16, 2024
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La izquierda y el arte y la cultura

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“La mesa del café / Felices nos reunía / Hablando sin cesar / Soñando con llegar / La gloria conseguir”

Jacques Plante y Charles Aznavour

Para Lorena Hernández, con respeto, afecto y admiración: me invitó a tratar el tema en el entorno de la campaña de Claudia Sheinbaum y en eso estoy. ¿La materia?: nada sencilla, el arte y la cultura. Las tareas relacionadas con la actividad creativa, en la esfera del arte, no son ni sencillas ni son prometedoras. La creación artística en realidad no es prometedora para quien la realiza buscando fama o dinero. Hacer arte es más bien un sacrificio supremo.

La actividad artística nunca deja de manifestarse. En ocasiones en su expresión underground, y en otras, de manera estridente o hasta “institucional”. Todas las edades están presentes en ese campo y en las más diversas formas de ser y existir. En cualquiera de sus formas, el arte y la cultura dejan pasar a muy pocos a los planos de la abundancia material.

Pocos son los que están dispuestos a sacrificarse por el arte y la cultura. Bastantes hay que hacen del arte y la cultura un negocio con el que se enriquecen o intentan lograrlo.

Fin de época. Aquellos días del Ritz de los Retes, del Xiecá de don Ramón Mercado, se acabaron. Esos eran los dos principales destinos de los jugadores de ajedrez, de los periodistas y de escritores como Mario Coz, como Bernardo Macías o de amantes de la música como José Luis Rochín. Hoy las cosas se hacen de otro modo.

Se suele pedir del gobierno, de todos los gobiernos, dinero para hacer arte, para hacer cultura. Una de las formas más socorridas para sacar dinero del gobierno, consiste en elaborar proyectos aparentemente creativos o buscar integrarse como directivos a museos, a espacios gubernamentales. No es una forma indebida, aunque en realidad aquello se convierte en arte y cultura realizada bajo la presión de los informes anuales.

La forma de vivir del arte y la cultura ha sido un tema recurrente. En su momento, Salvador Dalí lograba reunir dinero firmando autógrafos en obras de arte producidas en serie pero no en serio. Numerosos genios de la creación humana no vivieron para disfrutar fortunas inmensas, sino que más bien las rehuían. Los autores del Carmina Burana, los monjes goliardos, buscaron la fortuna, pero la miseria los buscó una y otra vez, y una y otra vez los encontró.

Otros, grandes, como nuestro querido Titán Acaponetense Alí Chumacero, vivieron de crear y a la vez hacer trabajo de estudio, para perfeccionar obras de autores de enorme presencia como Juan Rulfo, Alfonso Reyes, Mariano Azuela, Gilberto Owen, Julio Torri, Efrén Hernández o Xavier Villaurrutia. Como podemos observar, no era poco el trabajo que debía hacer y, no obstante, no parte a otro mundo lleno de bolsas de oro.

¿Qué hacer para vivir del arte y la cultura? ¿Cuál es el papel del gobierno –o dicho de manera más abstracta, del Estado–?

La creación artística puede llegar a todos. Hoy, Los clásicos de la literatura pueden encontrarse hasta de manera gratuita. Los grandes de la cultura romana o de la India, ahí están al alcance de cualquiera. Así, en esa misma lógica podemos toparnos tanto con el pensamiento de Mishima o con los haikús de Basho o de Busón.

El gobierno sin duda debe apoyar a los creadores del mundo del arte y la cultura. Lo mismo debe hacer con todo mundo, pues debe garantizar un mínimo nivel de bienestar general.

La pregunta que muchos se hacen es, “¿El gobierno debe dar dinero a los creadores del arte para que produzcan sus obras”? Una respuesta la dio el Estado soviético, mientras pudo. La URSS dedicaba grandes cantidades de dinero para destinarlos a los creadores del “arte y la cultura socialista”. El resultado fue que se llenaron bodegas enormes, con “obras de arte” que se producían solamente para cobrar los subsidios gubernamentales.

No es sencillo separar el trigo de la paja en el mundo del arte y la cultura. La farsa se produce y se multiplica en proporciones verdaderamente conejiles. Eso ocurrió en la era URSS. No obstante, no siempre ocurre así. Grandes del arte, de la cultura humana, han pasado a mejor vida sin que se hayan reconocido sus aportaciones al enriquecimiento de la historia y la naturaleza humana.

¿Qué debe hacer el gobierno? ¿Dar dinero a los que digan dedicar su vida al mundo del arte o la cultura? ¿Cómo sería la respuesta de un gobierno de derecha y como sería la de un gobierno de izquierda?

Un gobierno de derecha se puede desentender del arte y la cultura y no ocurre nada. Al arte y la cultura, la derecha la arroja a las caóticas corrientes del mercado. El arte y la cultura, en la derecha, se somete a los rigores del «laissez faire, laissez passer». La derecha se desentiende del arte y la cultura porque la considera actividad absolutamente inservible.

¿Qué debe hacer un gobierno de izquierda, ante la actividad artística y cultural? La respuesta está en la esfera del pensamiento democrático. Sí, sin duda debe destinar recursos para los creadores. Solamente que el modelo para asignar recursos no debe subordinarse a los intereses gangsteriles de los grupos que se apoderan del dinero del gobierno bajo la divisa de que son ellos los “cultos”.

Un gobierno de izquierda debe privilegiar las políticas públicas de corte democrático. Los gobiernos de izquierda no deben ser creadores de adinerados productores de arte chatarra. El arte y la cultura, en la izquierda, no debe dirigirse ni concebirse para las élites, ni por las élites.

En un gobierno de izquierda, también se debe reconocer la enorme aportación con la que puede servir el sector empresarial. Quienes han logrado construir enormes fortunas, pueden aportar a la creación y hacerlo como se les antoje, puesto que están en su absoluto derecho.

En un gobierno de izquierda, las mayorías deben ser las beneficiarias principales de los ejercicios presupuestales. El análisis del tema también conviene democratizarlo.

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