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lunes, mayo 12, 2025
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La pasión joánica según Bach

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En especial para los creyentes, pero también para los no-creyentes que viven en entornos en los que la fe desempeña aún roles de relativo impacto, la Cuaresma en general y la Semana Santa en particular sigue influyendo en el ritmo de los calendarios escolares y laborales, así como, de manera más especial aún, en el ámbito culinario…

Personalmente, esta Cuaresma 2025 ―en el ambiente del arribo a los setenta años de vida [acompañado de amigos, amigas, compañeros y compañeras de la infancia, de la adolescencia y de la juventud]― he proseguido unos Ejercicios Espirituales “sui generis” [en la vida ordinaria y con algunos intervalos más o menos prolongados] teniendo como guía el texto de unos Ejercicios Espirituales a la luz del Evangelio de Juan que dirigió el Cardenal Carlo María Martini a un grupo de jesuitas en el ya lejano 1974 en Bagni Froi, al norte de Italia, cerca de la frontera austriaca.

Sin pretenderlo así, en las semanas previas a la también denominada Semana Mayor, llegué a las Meditaciones y Contemplaciones de la Pasión y Muerte de Jesús que corresponden a la Tercera Semana de los Ejercicios Ignacianos y, por alguna razón o por un impulso interior, las fui “campechaneando” con la Pasión según San Juan de Johannes Sebastian Bach, una de las dos “pasiones” que se conservan íntegramente de las cinco que escribió.

De ese ir y venir entre el texto evangélico, las propuestas del cardenal y la pasión de Bach, han surgido ―van e irán surgiendo― estas “palabras” que, como todo lo “sacro” surge ―como la fe― de la escucha silente y desemboca en el silencio reverente…

Brevemente, unas “palabras” acerca de Bach y de esta pasión…

Las primeras de ellas, citando a Eugenio Trías: “Johannes Sebastian Bach es, sin duda, el más grande de todos los músicos” y “constituye el cierre y la clausura de una época” “en que dejó de asumirse el Gran Relato religioso cristiano […] y se apeló al seguro tribunal de la ‘nuova scienza’ y a la filosofía racionalista”, un contexto que guarda no pocas semejanzas con el contexto actual de nuestro país. En ese mismo sentido, Trías escribe: “El Gran Relato (cristiano, luterano) que constituye el “humus” atmosférico de J. S. Bach perderá esa firmeza y objetividad que todavía posee en su vida y en su obra. En sus resquebrajaduras se alojará una subjetividad recién descubierta: la que anuncia la filosofía kantiana. Una subjetividad trascendental, marcada por la finitud, que asume carácter sentimental y reflexivo en su apreciación de los juicios de gusto, de las categorías estéticas y de las obras de arte”.

En cuanto a la pasión joánica, en términos generales, no es ocioso recordar que el evangelio de Juan ofrece una visión muy distinta de la que presentan los tres evangelios sinópticos y que se podría resumir en que sus destinatarios son creyentes que han madurado pasando “verdes praderas” y “sendas oscuras” y que ofrece una imagen de Jesús en la que se trasluce siempre ―incluso en los momentos más difíciles incluida la hora de su muerte― esa impronta divina que se expresa en diversos momentos en un “Yo Soy” que quienes le rechazan y condenan perciben con una perspicacia no siempre presente en quienes van creyendo en Él al mirar los signos que pone ante sus ojos y que no se consolidará hasta los encuentros con el Resucitado…

Ahora bien, de la “Pasión según San Juan” [BWV 245] de J. S. Bach hay que decir que, como era de esperarse, tiene como fuente principal la Biblia traducida por Lutero y, más concretamente, los capítulos 18 y 19 del Evangelio según San Juan publicados, por primera vez en 1534; que se interpretó por primera vez el Viernes Santo de 1724 en la iglesia de San Nicolás en Leipzig después de la abstinencia musical del tiempo de Cuaresma y que sufrió diversos cambios, hasta que la versión de 1740 se estableció como definitiva.

Aunque no es clara la influencia del pietismo en esta obra relativamente temprana de Bach sí que lo es la influencia luterana con sus “tres solas”: “Sola Scriptura”, “Sola fides” y “Sola gratia”, así como en la relación directa e individual con Jesús [en la que suelen verse las raíces del predominio del sujeto individual de la modernidad].

La pasión según San Juan de Bach, consta de 68 piezas por lo que su duración ronda las dos horas [bastante menos que las más de tres horas de la Pasión según San Mateo]; tiene un eje recitativo que sigue el texto evangélico de la traducción alemana de Martín Lutero y en ella desempeña un rol clave el Coro, en cuyas letras parece expresarse con mayor claridad la fe del autor y, por qué no, la obra de la gracia inspiradora del Espíritu, aunque una buena parte de esas letras proceda de un texto del poeta Barthold Heinrich Brockes que lleva por título: “Por los pecados del mundo fue martirizado y muerto Jesús”.

Musicalmente, la obra fue concebida para un ensamble que consta de voces solistas, coro, cuerdas y bajo continuo, con pares de flautas traversas y oboes. La partitura incluye también la participación del laúd, la “viola d’amore” y la “viola da gamba”.

Todo lo dicho hasta ahora ―consciente de la distancia que separa un texto escrito de una obra de arte músico-vocal― tiene como propósito invitar a contemplar esa primera gran producción bachiana a la que hay accesos diversos: en su lengua original ―con y sin subtítulos en español [aquella que ayuda a meditar la letra; esta, que permite degustar el complejo músico-vocal]― y letras bilingües

A manera más que nada de compartir mi recepción de esta “Pasión”, tres breves referencias…

La primera, a la escena en que, ante la expresión con significación de doble nivel “Yo Soy”, quienes han ido a apresar a Jesús retroceden y caen al suelo [“Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron al suelo”. Jn. 18,6]…

La segunda, en la comparecencia de Jesús ante Pilato [el centro del relato de la pasión joánica según el cardenal Martini], cuando los sumos sacerdotes y los guardias del templo al mirar a Jesús con la corona de espinas y el manto rojo, exigen ―“a coro” en la Pasión bachiana― que lo crucifiquen [Kreuzige!].

Y tercera, el Aria que interpretan el bajo y el coro después de que Jesús, “inclinando la cabeza, entregó el espíritu”[otra expresión en que Juan empalma el sentido literal y el espiritual, que culmina con Jesús que, al inclinar la cabeza, murmura silenciosamente [esbozando una sonrisa]: ¡Sí! en respuesta a tres preguntas: ¿me he liberado de la muerte? ¿puedo esperar el Reino de los Cielos? ¿Es esta la salvación del mundo?

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