¡Qué cantidad de tinta se ha derramado con motivo de la muerte del Papa Francisco! [o, dicho de manera “aggiornata” ¡Cuántos bytes se han “invertido” en ese acontecimiento!].
Curioso y significativo contraste con la simplicidad de quien sintetizó su misión petrina en ese nombre que eligió para su pontificado: Franciscus y que remite a Francesco Bernardone, quien no cambió de nombre, pero sí cambió de Padre y de modelo de vida transformándose en ese “uomo semplice” que sería conocido como “il poverello d’Assisi”, crearía el célebre Cántico de las criaturas, es decir de quienes no solo han sido creadas por su Señor, sino criadas por Él y fundaría la Orden de los frailes [=hermanos] menores…
Tanto se ha escrito acerca de Franciscus con motivo de su Pascua en el lunes de la primera semana de la Pascua 2025 que se corre el peligro de ser repetitivo…
Sin embargo, es una de esas tareas que acaban siendo inevitables para alguien creyente que reconoce que la misión realizada por quien fuera conocido tiempo atrás como “el Padre Jorge” fue fiel a la encomienda “venida de lo alto” y encarnada en las “líneas de acción” establecidas en las reuniones previas a su elección y que cumplió desde sus posibilidades y limitaciones personales, en un contexto particularmente complejo en el ámbito eclesial y mundial.
En el ámbito intraeclesial, su modo de vivir la pobreza franciscana en un entorno de opulencia fue sin duda un mensaje simbólico que se concretó en el lugar que escogió para vivir, en su sotana blanca, en sus zapatos e, incluso, en el lugar de su sepultura y en el diseño de su tumba…



Entre los cambios posibles que introdujo ―además de los que tuvieron que ver con su estilo personal― se han mencionado ―con distintas valoraciones― los que tienen que ver con la reforma de la Curia Romana; con el saneamiento de asuntos de corrupción financiera; con el avance ―siempre limitado― en el tema del abuso de menores por parte de ministros ordenados; con la mayor participación de las mujeres en “puestos directivos” [porque en “la talacha” eclesial ha sido siempre clave su compromiso] y su apertura hacia las personas de “la comunidad”…
Como jesuita y latinoamericano introdujo a la sede de Pedro ―y, desde ahí a la Iglesia Universal― dos elementos relevantes, ambos surgidos de experiencias espirituales en sentido estricto, es decir, provenientes del soplo del Espíritu…
Del espíritu jesuítico las opciones “de frontera” en todos los ámbitos de la vida: de ahí, todo lo relacionado con las mujeres, con la comunidad LGBTIQ+, con las Iglesias Orientales, con el Islam, con las personas privadas de su libertad y, particularmente, con las personas migrantes, quienes, sobre todo tratándose de niñas y adolescentes pobres e indígenas son las más pobres entre los pobres.
Del espíritu latinoamericano ―superando las tensiones entre la Iglesia Institucional y la Iglesia Pueblo de Dios; entre la Iglesia Jerárquica y la Iglesia de los Pobres― la propuesta de una Iglesia pobre, al servicio de los pobres; en términos más contemporáneos, al servicio de las víctimas o, en términos “bergoglianos”, de los descartados…
Sin embargo ―a propósito de aquello de que “nombre es destino”― considero que la clave de su pontificado proviene de Franciscus y, más profundamente, de Francesco y que se plasmó en dos de sus cuatro encíclicas: Laudato Si’ y Fratelli Tutti.
Laudato Si’ [Alabado seas] ―título tomado, como es obvio del Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís― puede ser considerada no solo como el mensaje ecológico del Papa Francisco, sino como un grito de alerta e, incluso, como expresión del clamor de la creación entera ―esa que se lamenta al contemplar la devastación de “nuestra casa común”― y los gemidos de las criaturas en peligro de extinción que claman al cielo…
En la parte introductoria de dicha Encíclica, Franciscus resume algunos ejes transversales:
“La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.”
En Laudato Si’ el Papa Francisco, dedicó un capítulo [el cuarto] a explicitar los distintos aspectos de una ecología integral entre los que se incluyen las dimensiones humanas y sociales…
Sin embargo, parece haber sentido la necesidad de llamar la atención, precisamente, sobre las dimensiones humanas y sociales del cuidado de la casa, sobre las criaturas que, según San Buenaventura [el teólogo del espíritu franciscano] no solo llevan vestigios de su creador sino que son imagen suya: los seres humanos y hacerlo porque, así como las criaturas que son vestigios de su creador claman ante la devastación de la casa, la gran mayoría de las criaturas que son su imagen padecen la carencia de fraternidad-sororidad y son víctimas de las más diversas formas de fratricidio y sororicidio, esas que hacen resonar una voz venida de los alto: ¿Dónde está tu hermano/a/e?
Fratelli tutti, palabras iniciales no solo de la encíclica del Papa Francisco, sino de las misivas del “mínimo y dulce Francisco de Asís” a sus hermanos franciscanos y a sus hermanas clarisas, es una súplica-exhortación “a todos los hermanos y las hermanas, [para] proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”.
De nuevo, en la introducción, el Papa Francisco traza la ruta que sigue a lo largo y ancho del documento:
“Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad.”
Así como Dios llamó a Francesco a reparar su Iglesia, Franciscus llamó a reparar la Casa Común; así como Francesco buscó construir una orden de hermanos menores y otra de hermanas menores, Franciscus nos exhorta, desde su aposento simple en la casa del Padre, a reconocer que vivimos en la misma casa y que somos hermanos todos porque tenemos un Padre común…