Existen historias que nacen en una telesecundaria, con la vocación como estandarte y la esperanza como brújula. Este es el relato de dos docentes del subsistema de telesecundaria en Nayarit: el maestro Julián Hernández Franco y el director Luis Guillermo Vargas Ramírez. Ambos han vivido la docencia con intensidad, dolor, orgullo, pero sobre todo con una entrega que ha transformado vidas.
En lo más profundo de las sierras de Nayarit los caminos desaparecen entre cerros y ríos, la educación no llega en autobús, ni en automóvil, llega a pie, con botas llenas de lodo, mochilas pesadas de libros y el corazón dispuesto a enseñar. Llega con los maestros.
Julián y Luis, son docentes con décadas de servicio, hombres que han hecho del aula, a veces una choza improvisada, un salón con techo de lámina, fue alguna de su trinchera diaria. No buscan reconocimiento, pero sus historias merecen ser contadas.
Julián Hernández: El maestro que vio florecer a su alumno más difícil
Con diez años en el servicio docente, Julián Hernández Franco recuerda con voz emocionada uno de los momentos que marcaron su carrera y su vida. Fue durante el ciclo escolar 2015–2016 en la comunidad de Cañada del Tabaco, municipio de Santiago Ixcuintla, donde impartía clases en la telesecundaria Francisco González Bocanegra.
Su grupo, tercero B, estaba compuesto en su mayoría por varones. Uno de ellos, Kevin, era todo un reto: con sobrepeso, actitud negativa y constante desinterés por las actividades escolares. “Era el clásico niño flojo, para todo se quejaba. Reprobó dos materias y no hacía tareas. Era un dolor de cabeza”, confiesa Julián con honestidad.

Sin embargo, el maestro nunca dejó de intentar. Día tras día, charla tras charla, consejo tras consejo, Julián sembró una semilla en Kevin que en ese momento parecía no germinar. El alumno egresó con bajo rendimiento académico y, como ocurre muchas veces, maestro y alumno perdieron contacto.
Años después, un reencuentro inesperado con la madre de Kevin cambió todo. “Me dijo que Kevin se había enlistado en la milicia, que se había transformado por completo, y que todo era gracias a mis consejos”, relata Julián. No tardó mucho en recibir un mensaje del propio Kevin, quien ya formaba parte de un cuerpo especial en el Estado de México. Le envió fotos con uniforme, fuerte, decidido, portando armas, y sobre todo, con gratitud en cada palabra. Kevin había bajado de peso, incluso se había operado para remover el exceso de piel. Había alcanzado un sueño que antes parecía imposible.
“Él cumplió uno de mis sueños: ser militar. Para mí, como maestro, ese fue mi mayor orgullo. Saber que toqué su mente y su corazón… no hay mayor recompensa”, concluye Julián con una sonrisa que dice más que mil palabras.
Luis Guillermo Vargas: Enseñar en la sierra, entre lanchas y cocodrilos
La historia de Luis Guillermo Vargas Ramírez comienza el 7 de enero de 2013, cuando recibió su base como docente. Lo que no imaginaba era que su primer destino sería la sierra, en la comunidad de Los Sabinos. Esa madrugada, mientras la ciudad dormía, él preparaba su maleta para enfrentar una odisea que lo marcaría por siempre.
Una combi vieja lo llevó hasta la presa de Aguamilpa. Desde ahí, una lancha en la oscuridad, con el frío de enero, lo acercó al embarcadero. Aún le esperaba una hora de caminata por terracería, cargando su maleta sin imaginar que no habría casa del maestro ni baño, y que dormiría en el suelo por los próximos meses o años.
“Tomaba agua del río, hacía del baño en el monte. Comía atún y lo que pudiera llevar, lo más duro era extrañar a la familia, a mi madre”, comparte el maestro Vargas. Sin embargo, no fueron sólo las condiciones lo que pusieron a prueba su vocación.
Una mañana, por no escuchar la alarma, perdió la combi que lo llevaría de regreso. Más tarde, se enteró de que ese mismo vehículo sufrió un accidente donde varios compañeros resultaron heridos. “Yo me salvé por un descuido, esas cosas te hacen pensar”.
En otra ocasión, tras cruzar en lancha, observó un cocodrilo de más de dos metros en la orilla. “Ahí entiendes lo vulnerable que eres, pero también lo valiente que puedes llegar a ser por la educación.”
Hoy, con más de 12 años de experiencia y dirigiendo una telesecundaria en San Luis de Lozada, Luis Guillermo mira hacia atrás con respeto y admiración por aquellos primeros años: Puntualizó: “No fue fácil, pero volvería a hacerlo. Porque allí, en medio de todo, se aprende el verdadero sentido de enseñar.”