Cuando el destino nos alcance

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Foto: Comisión Nacional de Forestación

Por Manuel Salinas Solís

Pues tal parece que nos alcanzó. Así por lo menos se trasluce de lo dicho por la más alta autoridad de las Naciones Unidas con motivo del Día del Medio Ambiente celebrado el  domingo. Las amenazas que en este tema se cernían sobre nuestras cabezas para dentro de dos o tres décadas más,  ya las tenemos encima. Nada halagüeña noticia por cierto pero a nadie sorprende. Todos los días constatamos para nuestra intranquilidad, que las cosas no vienen bien en materia de medio ambiente en general y del clima en especial.

Con todo lo inquietante del asunto, no parece que haya impactado  en la voluntad de quienes conducen el gobierno de los países   –sobre todo los más ricos- que son  los mayormente culpables de lo que está ocurriendo. Enredados en tibios discursos y compromisos incumplidos, dejan pasar el tiempo minimizando el tema cuando no negándolo con supina cachaza. Las consecuencias de ello están a la vista de todos. Contaminación de mares, ríos, lagunas, aguas subterráneas, envenenamiento de la tierra y del aire. Acelerado descongelamiento de los casquetes polares. Perdida acelerada de bosques y selvas con todo lo que ello acarrea. Incrementos inusitados en las temperaturas hacia arriba y hacia abajo. Calores infernales y luego gélidas temperaturas. En todas partes del mundo, tránsitos  pendulares de la seguía a la inundación. El país hace solo semanas estaba gravemente sediento. Llegaron las primeras lluvias pero no llegaron mansas. Arribaron en medio de repentinas tempestades provocando inundaciones y destrozos. Varias ciudades, la capital del país y Guadalajara entre ellas, reportaron trastornos y dificultades. Luego del paso de  Agatha Oaxaca duele. Y apenas comienza la temporada de huracanes según anuncia el Servicio Meteorológico Nacional.

En nuestro Estado los calores extremos y la falta de las anheladas lluvias nos traen a mal traer. No se apagan del todo los cerros que circundan a la capital y ya iniciaron nuevos incendios. ¿Ya vieron como quedaron los emblemáticos San Juan y Sanganguey?  Del cerro de La Cruz mejor ni hablemos. Si José Alfredo Jiménez volviera a componer el corrido del Caballo Blanco tendría muy probablemente que cambiarle allí donde dice “cruzó como rayo tierras nayaritas entre cerros pelones y lo gris del cielo”.

Aun con todo no faltan temerarios –por decir lo menos- que a ultranza  defienden las explotaciones tanto forestales como de materiales pétreos que a ciencia y paciencia de gobiernos anteriores –federales y locales- se realizaron en esas reservas ecológicas las cuales como escribí aquí mismo, son patrimonio de la población actual y de la que vendrá después de nosotros.

Son poderosos los intereses que se han movido y se mueven en torno a nuestros cerros y sus recursos. Representan  pingue ganancia para los “dueños” que si acaso antaño fueron lícitas, hace tiempo  no lo son. El gobierno del Estado por mano de su titular, firmó el pasado domingo a modo de “cuelga” en el Día del Medio Ambiente, un Decreto que protege el Cerro de San Juan, al cual atinadamente llama, “reserva de la biósfera de Nayarit”.

Apoyar acciones de este tipo es para todos obligado. No creo que la inteligencia y la buena fe, estén imposibilitadas para encontrar soluciones al problema de proveer en términos razonables, los insumos que requiere la industria de la construcción. Sería sofisma sostener en este caso que para construir se tenga inexorablemente que destruir.

Igualmente, pero ese es tema que requiere de otro espacio. Me parece igualmente un error táctico, impropio de liderazgos modernos e inteligentes, conducir una lucha gremial asistida o no de la razón, que esa sería harina de otro costal, sin antes dialogar en santa paz y sano juicio como aconseja el recetario de las buenas prácticas políticas.

Tratar como el lunes de paralizar al Estado, del consabido modo que redituaba en los viejos tiempos, cuando a ojos vistos el gobernador Navarro se empeña en sacar el toro de la barranca, hace presumir en quienes así lo decidieron una mala lectura del Nayarit actual. Dijeran los campesinos viejos pero siempre sabios: “ven la tempestad y no se hincan….”             

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