Por Julio Casillas Barajas

Esta época del año, llena de fiestas y celebraciones, nos marca también el  tiempo de reflexionar dado que se cierra un año más. Esta pausa nos  debe  de ayudar a tomar decisiones, seguramente, mucho más acertadas sobre nuestro trabajo y los compromisos que tengamos que cumplir.  Y eso engloba a personas, gobiernos y otros núcleos sociales que nos rodean en la vida diaria.

RENOVARSE O MORIR

Definen  los expertos: parar y pensar es necesario en una época en la que la velocidad ha tomado protagonismo en todas las áreas de nuestra vida. Las  prisas rara vez son buenas en más casos de los deseados; muchas ocasiones solo nos sirven para  tomar decisiones equivocadas sobre el trabajo o la función pública. En  general, los apresuramientos suelen presentar  malas jugadas cuando se toman decisiones de “botepronto”, los errores son comunes.

Quizá  una de las cosas que tenemos que hacer para mejorar nuestra productividad sea pausar,  no correr tanto, ni detrás de tantas cosas. Empero, la fascinación por la velocidad nos viene, seguramente, del pasado. Ya desde que el hombre aprendió a montar a lomos del caballo se produjo una diferencia sustancial entre el que caminaba y el que iba cabalgando. Cambiaron muchas cosas: en la guerra, en la supervivencia, en el poder, en la sumisión, en los horizontes que se abrían y en la vida. Siempre venimos  admirando a todo aquel que puede desplazarse más rápido que los otros, pero esta actitud en nuestros días, también se ha trasladado a la precipitación del pensamiento, sobre todo cuando esto se manifiesta en la atropellada obtención de respuestas.

DESPACIO QUE VOY DE CARRERA

A pesar de que no tenga una base científica, la sabiduría popular con sus dichos y refranes también nos aconseja  refranes como: “Vísteme despacio que tengo prisa” o “Antes de hacer nada, consúltalo con la almohada”, sugiriendo  que la meditación y la relajación mejoran la calidad de nuestro trabajo y de nuestras respuestas. Las prisas y la respuesta inmediata (la inmediatez) han llegado a ocupar, hoy en día, un punto tal que ha terminado por exacerbar la mente de muchos trabajadores del conocimiento. La inmediatez en la demanda de cualquier tarea o compromiso ha llegado a revalorizarse tanto que un buen gobernante o un simple ciudadano  responde y atiende, en cuanto se le pidan, cualquier asunto o gestión  que se le solicite, sin darle tiempo, ni tan siquiera, para que reflexione sobre qué es lo que se le ha pedido y qué tiene que ver con sus prioridades. Sin embargo, y volviendo al saber popular, hay muchos dichos y refranes que nos aconsejan “darle tiempo al tiempo”.

PLANEACIÓN Y EJECUCIÓN

Aplicándonos a esta idea, caemos  en cuenta de que en realidad lo que necesitamos es darle espacio a los temas  que nos llegan y separarlos momentáneamente de nuestra atención para poder, después con la calma necesaria, pensar en  ellos para decidir con objetividad y colocarlos donde corresponda, incluso, dado el caso y si procede, desecharlos o ignorarlos. Ciudadanos, y sobre todo los políticos, deben analizar en esta temporada, las fortalezas, las oportunidades, las debilidades y las amenazas, a fin de desarrollar un plan estratégico para el presente y el futuro. Todo sea para mejorar y para servir mejor. Utilizar herramientas de análisis que pueden ser aplicadas a cualquier situación, individuo, producto, empresa, que esté actuando como objeto de estudio en un momento determinado del tiempo. Es como tomarse  una “radiografía” de una situación puntual de lo particular para transformar su entorno. Las fortalezas, que no son otra cosa que aquellos rasgos que nos hacen destacar, nuestros puntos fuertes, y las debilidades: las características que nos impiden lograr nuestras metas. Así descifraremos en esta pausa las competencias, las dificultades, los retos y la forma de aprovechar debidamente las oportunidades. En sí, trabajar con esmero en mejorar y perfeccionar nuestras cualidades, actitudes y habilidades deseables y sobresalientes, creando  fortalezas que brinden ventajas para hacer frente a los desafíos. Para esto y más, debemos aprovechar el lapso de Navidad y fin de año, aunque suene pueril y frívolo. Mucha falta nos hace estar en calma, analizando lo que tenemos y más, lo que nos falta.

SALUDOS.

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