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lunes, febrero 10, 2025
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De pobres y ricos

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La lectura del segundo capítulo de la Tesis que para obtener el grado de Maestro está redactando Jesús Roberto Gutiérrez Carmelú ―egresado de la Licenciatura en Filosofía de la UAN y actualmente miembro del Programa de Estudiantes Asociados del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM― el cual lleva por título “La renta básica como instrumento de libertad” y en el cual busca mostrar que “el correcto diseño y establecimiento de la renta básica es condición necesaria de la libertad en nuestro actual contexto social, atravesado por la desposesión y la explotación capitalista”, me ha llevado a “sacar del baúl de temas pendientes, unas “palabras” en torno a los pobres y a los ricos a partir de algunas publicaciones relativamente recientes, entre las que destaca “El monopolio de la desigualdad” [publicados por OXFAM (Oxford Committee for Famine Relief)] y algunos artículos recientes de Gerardo Esquivel, quien el año 2015 publicara “Desigualdad extrema en México” para el mismo comité, sin dejar de dedicar algunas reflexiones a propósito de la tesis de Roberto Gutiérrez, con las cuales iniciaré formalmente estas “palabras”.

Me llamó poderosamente la atención la manera rigurosa en que Roberto nos remite, en la primera parte del capítulo, a “una breve historia de la renta básica” por considerarla importante “para comprender su naturaleza y propósitos, pero también para entender las principales transformaciones sociales y económicas que el sistema capitalista ha impuesto hasta nuestros  días”, así como la manera en que va exponiendo “las cinco características fundamentales del diseño contemporáneo de la renta básica” y argumentando a su favor frente a las limitaciones de otras propuestas y a las objeciones que se le hacen a cada una de ellas y, en último término, “a la renta básica como instrumento de justicia y libertad” [en expresión tomada del subtítulo de la tesis de Roberto].

¿Cuáles son esas cinco características de la renta básica en su diseño contemporáneo?

1.  Monetaria: entregada en efectivo, no en especie. 2.  Individual: asignada a los individuos, no a los hogares o familias. 3.  Universal: distribuida a toda la ciudadanía, no focalizada en los pobres. 4. Incondicional: libre de obligaciones, no exige contraprestación alguna. 5. Periódica: otorgada con regularidad, no en una única entrega.

Confieso que, sin ser un experto en materia de análisis de argumentos, la mayor parte de los esgrimidos los encontré convincentes y al ir leyendo el texto vino a mi mente el cambio de paradigma de los programas sociales en nuestro país en este sexenio que está llegando a su fin, ya que ―a diferencia de los programas sexenales desde Solidaridad, pasando por Oportunidades y Progresa entre los que vienen a mi mente ahora― los programas sociales clave de este sexenio:  Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro y Beca para el Bienestar Benito Juárez de Educación Básica parecen tener en cuenta las cinco categorías de la renta básica analizadas en el texto de Roberto, mientras los programas anteriores cabrían bajo la denominación de programas sociales de corte neoliberal por haber estado focalizados, haber sido entregados a hogares o familias, condicionados y, en algunos casos, entregados en especie.

No debe extrañar que, en ese contexto, se haga mención de los Programas Sociales del Bienestar, como una de las causas ―junto con el aumento del salario mínimo, la prohibición del “outsourcing” y el envío de remesas― de la disminución del porcentaje de pobres de un 41.9% en 2018 a un 36.3% en 2022, lo que en número absolutos significa que 5.1 millones de personas superaron ―hacia arriba― el umbral de la pobreza, lo que puede considerarse, sin duda, como uno de los logros más relevantes de la política derivada del eslogan “por el bien de todos, primero los pobres”.

Sin embargo, como lo señala Gerardo Esquivel en sus artículos más recientes publicados en Milenio, “la existencia de pobres extremos en México ―que no deberían existir en una economía con los recursos naturales y económicos como los que tiene nuestro país― [15.5 millones en pobreza extrema por ingresos, 9.1 millones en pobreza extrema multidimensional] representa el fracaso de las políticas económicas y sociales que se han implementado”, aunque, por otro lado, ofrece un reto su erradicación posible.

Para ello, propone actuar en dos frentes paralelos; la mejora de los ingresos de los hogares más pobres y reducir sus carencias, lo que requiere crecimiento económico pero no como algo que a través de célebre “mano invisible” resolverá los problemas de la pobreza, sino un crecimiento inclusivo “con un sesgo distributivo en favor de las personas y regiones con mayores desventajas”.

¿Y los ricos? Pues… ¡Más ricos!

En su texto de 2015, el propio Gerardo Esquivel señalaba que la riqueza mexicana se encontraba en un grupo selecto de beneficiarios del poco crecimiento económico de nuestro país en las décadas más recientes y sostenía que era hora de cambiar las reglas económicas y políticas que benefician a unos cuantos.

El 23 de enero de este año, OXFAM publicó el texto mencionado al inicio de estas “palabras” “El monopolio de la desigualdad”, el cual tiene como subtítulo “Cómo la concentración del poder corporativo lleva a un México más desigual”, cuyo resumen ejecutivo inicia con una expresión terrible que parece contradecir las afirmaciones de que el México de hoy es menos desigual que al inicio de esta administración: “La desigualdad extrema de la riqueza en México no deja de aumentar”.

Esta contradicción podría ser solo aparente ya que, por un lado, de acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares correspondiente a 2022 “el México de hoy es menos desigual que al inicio de esta administración”, lo que se refleja en una mejoría en los niveles de vida de los hogares, particularmente en los estados más pobres, pero, por otro, “la fortuna de los 14 ultrarricos mexicanos, aquellos con más de mil millones de dólares de riqueza, aumentó hasta casi duplicarse desde el inicio de la pandemia”.

En este caso, las causas no tienen que ver con las señaladas en el caso de la disminución en el número de pobres, sino que se encuentran en la estrecha relación ente el poder económico y el poder político que, a pesar el discurso en contrario, sigue vivo a través de concesiones y permisos especialmente en la cima, donde solo habitan dos personajes muy cercanos entre sí: el presidente de la República y el empresario más rico entre los ricos, cuya fortuna es equivalente a la de más de 60 millones que forman parte de la mitad más pobre de la población del país y mayor que la de los otros 13 ultrarricos mexicanos juntos…

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