“Falleció el funcionario de un maligno tumor, / de un tumor canceroso en su ancho nalgatorio / contraído en diez lustros de trabajo creador / culi-atornillado detrás del escritorio”
Renato Leduc
Lo que pudo ser sistema de partidos, puercamente acabó en hatajos de bucaneros, ojos parchados, patas de palo. La oposición política y electoral y seria en México, solamente proviene del partido gobernante, de Morena. Otras alineaciones, como las que se escudan en las siglas PAN y PRI, han quedado en manos de los que se pelean por las piltrafas. Es obvio que pensemos de esa manera en un país que carece de partidos políticos y, por tanto, de clase política.
Esa es la realidad del país. No existen partidos políticos, no existe clase política. En ausencia de tesis, no puede haber antítesis y si esta no existe, tampoco puede haber síntesis. Una evidencia que sirve para demostrar una afirmación de esa magnitud y naturaleza, es la presencia de personas sin formación ideológica, ¡ostentando cargos públicos por la vía electoral!
Esto no es una realidad reciente. Ya en diciembre de 1977, entrevistado por Julio Scherer, don Octavio Paz advertía que “Una pregunta que no se han hecho nuestros politólogos: ¿por qué no hay partidos políticos en México? Si los hubiese, Reyes Heroles no habría tenido necesidad de inventar la actual reforma política”. Recordemos que don Jesús Reyes Heroles promovió la reforma política de 1977 que abrió las puertas al Partido Comunista (PCM), al Partido Demócrata Mexicano (PDM) y al Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
Con esa reforma, la de 1977, llegan al Congreso Federal figuras de la enorme talla de Valentín Campa, Ramón Danzós Palomino, Pablo Gómez, Evaristo Pérez Arreola, Arnoldo Martínez Verdugo, Othón Zalazar, Gilberto Rincón Gallardo y Gerardo Unzueta. Vale la pena mencionar los nombres de personajes relevantes del PDM como Gumercindo Magaña y Juan Aguilera Azpeitia, ambos del PDM. Por el PST, llega Graco Ramírez y se cuelan figuras de destacados oportunistas como Jesús Ortega, el mismo que ahora también tiene a bien enterrar las siglas del PRD.
¿Quiénes marcan los tiempos actuales? Lo hacen los pata-de-palo. Las viejas siglas están en manos de oportunistas de mala defunción. Se han repartido descaradamente lo que queda de las siglas que vivieron años de gloria.
El PAN, en los tiempos en que prometía convertirse en partido político, había figuras idealistas. Lo mismo puede decirse del PCM, en donde de plano podríamos referirnos a mártires que fueron sacrificados en las luchas sociales. De alguna manera podemos incluir al PDM, que portaban banderías de corte clerical, pero de manera bien intencionada. Del PST no puede decirse lo mismo, pues nació podrido, con el germen del PPS de Gascón Mercado y de un PARM como clon del PRI.
Evidentemente los héroes están fatigados. El sistema de partidos no nació, sino que inició su evolución cadavérica al momento en el que aparecen expresiones untadas de un mal entendido pragmatismo, más cercanos al utilitarismo.
Es increíble que un sujeto como el senador Marco Cortés, en su papel de “representante” del acrónimo PAN, haya sobrevivido a un escándalo como el caso Coahuila. Recordemos qué en Coahuila, él y el representante del acrónimo PRI se repartieron cargos públicos y hasta organismos “autónomos” y ambos pillos siguen montados en las suyas. Hicieron de la política gris actividad realizada por grises burócratas culi-atornillados.
Los gambusinos de las siglas PRI y PAN, los que detentan el poder de los formalismos como hojas membretadas y sellos (me refiero a esos utensilios que se emplean para autorizar documentos), se atragantan con sus desperdicios.
¿A qué viene toda esta digresión? Viene al caso porque una de las reformas que se impulsaron desde el gobierno federal se podría traducir en la desaparición de cargos de “representación popular” y de órganos “autónomos”. Los miserables “bucaneros” que se apoderaron de siglas como PRI y PAN, se reparten las sobras de su fracaso y desmedida avaricia. Escaños en el Senado para parientes, diputaciones para queridas personas, cargos en órganos autónomos para mediocres incondicionales, así es la lógica en la que se “asignan” lo que llaman “posiciones políticas”.
Grandes figuras enriquecieron la historia política de México en su momento. Me refiero a personajes que cargaban el estandarte del PAN o del PCM. Para eso sirvió la incorporación de la representación proporcional al modelo electoral. Poco duró el gusto para la gente. Muy pronto se empezó a pudrir la RP. En pocos años la RP empezó a ser utilizada como puerta de entrada para nuevos ricos. La pudrición empezó a llegar a los órganos “autónomos” y hasta al mismísimo Poder Judicial por medio de las “cuotas”, como se le llamaba al reparto del pastel. ¿Cómo llamarle a un mal de tales proporciones?: quizá, “Sepsis institucional”.
Esa “sepsis institucional” cerró el paso a la formación de partidos. De esa manera fue imposible ver el nacimiento de una clase política, que no puede existir sin sistema de partidos, que son el único medio en el que esta se puede desarrollar. Esa “sepsis institucional” llevó al Poder Público a queridas personas, hombres y mujeres, sin formación ideológica.
¿Formación ideológica?, ¡claro! El ejercicio político requiere ese perfil, el de quienes tienen una idea clara de la naturaleza del poder en un escenario democrático. No es lo miso pensar que el poder es un privilegio que se detenta para hacer daño a los demás, que pensar en el poder como oportunidad que se nos concede para servir a las personas. La política se cosifica en el gobierno, esa estructura concebida para la administración de la cosa pública. En esa lógica, el gobierno debe ser tanta política como sea posible y tanta administración como sea necesaria y suficiente.
Es grotesco ver un “personaje político” de relevancia, o a una figura que ejerce funciones públicas notables y “ganadas” por medio de procesos comiciales, careciendo de ideas políticas. Es grotesco hacer “política” sin una mínima idea política. Y hay de esos especímenes. Y hay muchos.
Creo que a la mayoría de la gente no le importaría que desparezca la RP como recurso para ingresar al Legislativo. No solamente eso, sino qué si la Cámara Federal de Diputados se reduce a cien elementos, tampoco habría luto popular por eso. Si en Nayarit se reduce el número de diputados locales a nueve, tampoco habría tristeza popular. Por cierto: existe una iniciativa en la Cámara Federal de Diputados, que podría reducir a 15 el número de “legisladores” locales; ¡excelente!
Nuestra “democracia” es un desafío para el pensamiento surrealista. Democracia sin sistema de partidos, sin clase política. Lo peor de todo es que si hay algo que sobra, son funcionarios imbéciles que se comportan como lo que son: miserables mequetrefes.
¿A quien le va a pesar que desaparezcan los organismos “autónomos”, o que se reduca en número de diputados locales, o que haya menos diputados federales y senadores? La pregunta es necia. Lo que procede preguntarse es: ¿cuánto tiempo van a durar los festejos por esa sabia determinación de reducir el número de representantes populares que ni son representantes, ni son populares. No habrá luto; habrá fiesta. Y será gratis. Esa sí.