Salomón, el rey, ha resucitado. Lo hace en un gigante mundial de nombre Google. Ha repetido la historia de resolver una controversia que parecía imposible. Sus mapas mostrarán a los estadounidenses el “golfo de América” cuando el presidente actualice los mapas gubernamentales. Los mexicanos visualizarán “golfo de México”, como reclaman que se siga llamando. El resto del mundo verá en sus pantallas ambas nomenclaturas. Es una sabia medida: dar a cada quien lo que quiere, sin tomar partido, sin atizar la hoguera, sin polarizar aún más. Google no podrá ser como Salomón ante las madres que reclamaban la maternidad del bebé con vida. Si pudiera desaparecer para siempre el golfo para resolver el conflicto ¿quién declinaría sus derechos de dar nombre a las aguas en disputa para asegurar su existencia? Tal vez nadie.