El pasado fin de semana ―aprovechando una oferta deportiva limitada en relación, al menos, con la de la semana anterior, esa que experimenté cercana a la gula― me di a la tarea de ver dos películas que han estado muy presentes en la conversación pública: “Cónclave” y “Emilia Pérez”; aquella, bastante bien aceptada y esta, motivo de polémica, especialmente en nuestro país.
Ambas, nominadas a diversos premios y nominaciones, entre las que destacan ocho nominaciones para los Óscares, seis nominaciones a los Globos de Oro y el premio correspondiente al mejor guión de la película dirigida por Edward Berger, así como las trece nominaciones del film de Jacques Audiard a los Premios de la Academia y sus diez nominaciones y cuatro galardones que le concedieron los noventa y tres miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood por considerarla como la mejor película del género Comedia o musical y como la mejor película de habla no inglesa así como a Zoe Saldaña como mejor actriz de reparto y a ”El mal” como mejor canción original.
Cabe señalar que, a pesar del premio obtenido por “Emilia Pérez” como mejor película de comedia o musical, se la ha considerado también como un filme dramático, lo que permite acercarla al género al que pertenece “Cónclave”, con la que guarda, además un aspecto más de cercanía temática con su abordaje de temas actuales y controversiales como la transexualización y la intersexualidad.
Ambas películas tienen un grado de ficción que ha de ser tenido en cuenta a la hora de valorarlas, si bien, en el caso de Emilia Pérez, parecen tener razón quienes critican la falta de mexicanidad de algunos escenarios de la filmación y, sobre todo de los personajes…
Por otro lado, ambos filmes tienen un alto grado de inverosimilitud en puntos clave: “Cónclave”, en la posible elección de un cardenal no solo mexicano [algo ya planteado en este diario por Jorge Enrique González], sino que ha sido nombrado cardenal “in pectore” [sin hacerse público] y desempeñado su ministerio en países conflictivos y, muy probablemente, en actividades diplomáticas y “Emilia Pérez” en la decisión de un capo del narco de cambiar de sexo para ser fiel a su identidad, así como en el cambio de su “corazón” que le impulsa a solidarizarse activamente con las familias de las personas desaparecidas…
Pero, vamos por partes…
“Cónclave” me dejó, en general, una buena impresión ―tal vez si no hubiera sabido previamente que un cardenal mexicano termina siendo elegido Papa― la impresión hubiera sido distinta, pero no creo que hubiera dejado de ser buena, ni tampoco que mejorara de manera importante.
Además de las indudables ―y esperadas― buenas actuaciones de Ralph Finnes en el papel del cardenal decano Thomas Lawrence, de Stanley Tucci como el cardenal Bellini y de Sergio Castellitto como el cardenal Tedesco, este film basado en la novela de Robert Harris publicada en 2016 con el mismo nombre, parece acertar en la configuración de las diversas corrientes presentes en un cónclave que se llevara a cabo en tiempos recientes: el cardenal italiano Aldo Bellini, que representa la corriente “alineada” con el pontífice apenas fallecido [¿Francisco?]; el cardenal ―italiano también― Goffredo Tedesco, que representa la corriente más tradicional que pretende volver a un modelo de iglesia que se podría denominar preconciliar, el cardenal canadiense Joseph Tremblay que representa la corriente conservadora de la curia vaticana y el cardenal nigeriano Joshua Adeyemi que parece representar una corriente conservadora en el seno de las denominadas guerras culturales.
En cuanto a la trama, su aderezo de intriga y guerra sucia, lucha por el poder la encontré muy bien desarrollada, manteniendo la expectación acerca del desenlace hasta el inesperado nombramiento del enigmático cardenal mexicano, después de pronunciar un discurso en que busca sensibilizar acerca del drama de las guerras y exhorta a crear una iglesia basada en el amor, no en la política y abierta al futuro. La revelación de su intersexualidad aceptada por él y por el Papa sin afectar su nombramiento y su elección del nombre “Inocencio [XIII]” para su pontificado, parecen ser las “cerezas” de este pastel dramático.
Como buen “contreras” y un tanto “malinchista”, “Emilia Pérez” me dejó una muy buena impresión, salvo en su vertiente musical, la que me pareció [con alguna excepción] bastante limitada, si no es que mala.
Aunque inverosímil, el proceso de transición sexual de “El Manitas” me pareció fruto de una decisión profunda y difícil para ser fiel a una identidad experimentada desde la infancia, ocultada de manera extrema en el ámbito público y que implicará cambios radicales que, a final de cuentas, no será capaz de manejar adecuadamente [como lo había insinuado el médico que le operó] y le conducirán a una muerte violenta.
El contexto mexicano de violencia, narcotráfico y desapariciones en que se sitúa la película de Jacques Audiard ha provocado fuertes reacciones en contra. Sin embargo y, desgraciadamente, se trata de realidades que si bien no agotan lo que es nuestro país, no se puede negar que han adquirido relevancia internacional desde la primera década de este siglo.
A pesar de ser también inverosímil que un narcotraficante relevante en su momento, una vez transexualizado se torne sensible ante el dolor de los familiares de personas desaparecidas, los pasajes de la película dedicados a este tema ―y la canción que los acompaña― puedo decir que fue lo que me provocó un impacto mayor y más profundo, muy probablemente porque estoy convencido de que los miles de personas desaparecidas en este país en los años recientes son uno de los flagelos más graves que azotan a nuestro país, a sus familiares y a sus madres y no solo eso, sino que es una de las realidades que han sido menos atendidas, que más han sido negadas o minimizadas y que, lejos de disminuir y de poder abrigarse esperanzas de atención en este sexenio, han ido en aumento y no hay señales de cambio alguno en relación con esos grupos de madres buscadoras que no pierden la esperanza, no ya de encontrar a sus hijos vivos [no son ingenuas, ni luchadoras sociales profesionales la gran mayoría de ellas], sino, al menos, de poder encontrar sus restos y darles una sepultura digna…
Pero eso, requiere voluntad política, un programa de reconocimiento de los restos humanos encontrados y el presupuesto correspondiente…
Algo que parece tan inverosímil como la elección de un Papa mexicano, la transición sexual de un narcotraficante o su conversión en favor de las víctimas de la violencia…