La inversión privada es fundamental para garantizar condiciones generales de bienestar. Esa actividad requiere de certidumbre para el que arriesga y sujetarse a la lógica de la rectoría del Estado. Los particulares necesitan la presencia de autoridades que la faciliten y que no la condicionen, desestimulen o perviertan con procesos de corrupción. Eso es lo que el Gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero garantiza y recupera la confianza que se había perdido por actos ilícitos de malos gobernantes de un nefasto pasado que no debe regresar por sus fueros.
Todo mundo necesita también de condiciones sociales de estabilidad y seguridad. La estabilidad puede ponerse en peligro por diferentes razones, endógenas y exógenas. La seguridad está en constante asedio dada la presencia de grupos criminales que ahora deberán afrontar las consecuencias de su irracionalidad.
Cuando me refiero a irracionalidad, lo hago pensando en el apotegma asimoviano: la violencia es recurso de los incompetentes. Los grupos criminales actúan al margen de toda racionalidad y mesura. Se suelen conocer noticias que escandalizan a la sociedad entera. A diario podemos citar un caso que ejemplifique lo aquí dicho, por eso mejor ni intentar ilustrarlo.
En lugar de ejemplos, recurriremos a una analogía. Imagine usted que llega a una enorme tienda de autoservicio, de esas que han invadido a la capital del estado. Cuando llega a una de las cajas para pagar la mercancía que ha elegido, llega de pronto una gerente de la tienda. Acompañada la gerenta de un grupo de matonazos fuertemente armados, empiezan a disparar contra los consumidores y contra los cajeros para castigar a un cliente que pretendía llevarse un bolillo sin pagar. Eso es hilarante irracionalidad, es estupidez de órdago. Lo peor de todo es que hacen daño trascendental, pues reducen los niveles de confianza y de percepción de seguridad, de manera generalizada.
Esa violencia ya se vivió en Nayarit. La capital del estado fue convertida en un sicariódromo al menos los tres años finales del gobierno de Ney González. Ni los inversionistas ni sus clientes, nadie se sentía seguro por las calles de la capital del estado. Eso se expandió a otras regiones de la entidad. Sin deberla ni temerla, la gente quedaba expuesta a los vaivenes de la violencia.
Esa violencia no cabe en el estado. El doctor Miguel Ángel Navarro, al frente del Poder Ejecutivo en el estado, ha interpretado a cabalidad las aspiraciones de los nayaritas. Él mismo vivió esos tiempos en la capital y conoce la naturaleza pacífica, creadora y productiva de los nayaritas. Esa es la razón por la que no se ha desentendido de esa asignatura, ni ha desatendido la materia, la seguridad pública en el estado.
Con altura de miras, Navarro Quintero conduce las políticas de gobierno en sincronía con las líneas programática que traza el gobierno de la República con el liderazgo de la Presidenta Claudia Sheinbaum. El Estado de Bienestar no desliga lo social de lo económico y de lo político. Esa es la visión compartida del mandatario estatal y de la titular del Ejecutivo Federal.
Una economía que no sirve a la gente, que no le eleva sus niveles de desarrollo humano, sencillamente no es economía. Resolver los problemas de las personas, sin resolver el componente económico, sencillamente no es viable, no es posible. Para llevar soluciones a los bolsillos de la gente, es necesario que se generen empleos y eso exige que se invierta, requiere crear empresas, requiere de la inversión privada. Se requiere también de la pública, naturalmente, peso para favorecer a todos, no unos cuantos.
Para transitar en la ruta del crecimiento y el desarrollo, se requiere de favorecer un clima democrático. Esa vocación democrática y esa voluntad política, las cuales se ligan entre sí, las posee el mandatario estatal Navarro Quintero. Esa voluntad política no debe ser leída como muestra de fragilidad, pues ese error lleva al fracaso.
Para Navarro Quintero no existen los “enemigos” pequeños. Tampoco son amigos “pequeños” quienes se precian de ser sus aliados, sus compañeros de travesía. Eso es lo que lleva al mandatario a construir acuerdos, a dialogar con todas las fuerzas políticas, con todos los sectores sociales, pues en su interrelación reside el potencial productivo.
En efecto, la articulación de fuerzas y esfuerzos en la imbricación de intereses, requieren de un liderazgo que requieren del liderazgo del gobernante. Esto no se trata de una decisión arbitraria, sino que tiene su naturaleza original en el contenido del Pacto Federal que se replica en las entidades federativas.
Cuando tratamos del concepto de Rectoría del Estado, no nos referimos a un concepto inasible o imposible de materializar. Esa rectoría del Estado de manera relevante adquiere su manifestación corpórea en la persona que asume la titularidad del Poder Ejecutivo. El estilo personal de gobernar al que aludía don Daniel Cossío Villegas, es una realidad que impacta en el desarrollo de una región. Eso lo sabemos los nayaritas por las buenas y por las malas.
Ahora, en Nayarit prevalece el liderazgo del doctor Navarro Quintero. El mandatario se forjó en el crisol del esfuerzo, en la esfera de la tenacidad, lo que ahora se refleja en la templanza que muestra en el ejercicio del poder que le confiere la responsabilidad que la soberanía popular le ha confiado mediante las urnas.
El mandato conferido por el pueblo de Nayarit al Gobernador Navarro Quintero, es doble. Primero, porque debe limpiar la casa de quienes traicionaron las esperanzas de un pueblo. Esa es una tarea digna de un heraclida, como la de lavar los establos de Augías y a pesar de ello, avanza en ese complejo territorio, a paso firme. El segundo mandato implica dar soluciones de fondo a los requerimientos concretos de los nayaritas, sin postergaciones y sin distingos. Esto último lo hace con la convicción que le nace de su propia naturaleza original y eso lo lleva a definir prioridades sin exclusiones. Lo hace liderar un gobierno con mando firme y con rumbo claro.