Por José Luis Olimón Nolasco
Sin lugar a dudas, el Informe que presentó el INEGI a finales del pasado mes de julio sobre las defunciones en nuestro país el año 2021, a pesar de tratarse —como el propio informe se reconoce— de datos provisionales, contiene datos duros que pueden servir para tener un panorama más cercano a la realidad en diversos aspectos, entre los que destaca, el dato contundente —en un primer momento previsto por la OMS— de más de 600,000 muertes atribuibles, de manera directa e indirecta, a la pandemia de Covid-19.
A diversos aspectos de este dato, dediqué mis “palabras” en una colaboración anterior, hacia cuyo final escribía que, otro dato duro [y terrible] del citado INEGI tenía que ver con el homicidio como la primera causa de muerte en los grupos de edad de 15 a 24 y de 25 a 34 años y que ese sería tema para otras “palabras” que aquí empiezo a poner en “blanco y negro”.
De inicio, dar el crédito que corresponde a Alejandro Hope y su artículo “La testosterona que mata” publicado en El Universal el 01 de agosto, porque su lectura fue la que me condujo a buscar —como suelo hacerlo— la fuente principal de su contenido: el Informe del INEGI sobre las defunciones el año 2021.
Hope comienza a desarrollar su artículo poniendo en contexto el multicitado informe del INEGI; con estas palabras: “el INEGI, siguiendo la práctica internacional, clasifica las defunciones por dos grandes familias de detonantes: enfermedades y causas externas. Y dentro de estas últimas, hay básicamente cuatro tipos (cada uno con múltiples subcategorías): accidentes, suicidios, homicidios y “eventos de intención no determinada” (algo que puede ser cualquiera de las otras tres categorías, pero no se puede clasificar con precisión).
En seguida, brevemente, pasa revista a los datos de defunciones por accidente y por suicidio, encontrando que en cuanto a los accidentes [la mayor parte de ellos de tránsito] la probabilidad de muerte de un varón fue 3.5 veces mayor que la de una mujer [de acuerdo con el informe del INEGI en 2021 murieron 26,784 y 7,803 mujeres por esta causa], mientras que, en cuanto a las muertes por suicidio, Hope afirma que la tasa de suicidios entre varones fue 4.6 veces mayor que entre mujeres mujer [de acuerdo con el informe del INEGI en 2021 se contabilizaron 8,447 suicidios, 6,863 de varones y 1,570 de mujeres].
Sin embargo, el dato más dramático que se menciona en “la testosterona que mata” es que el diferencial entre la tasa de homicidios en los varones y en las mujeres fue de 8.3 a uno: 50 por cada 100,000 habitantes en los varones y 6 por cada 100,000 habitantes en las mujeres, sostiene Hope, con base en el Informe del INEGI. En números absolutos, en 2021, se registraron en México 35,625 defunciones por homicidio, 31,199 de las cuales correspondieron a varones y 3,991 a mujeres.
Ahora bien, la Gráfica 82 del Informe del INEGI que lleva por título “Total de defunciones registradas por homicidio 2012-2021” [con datos provisionales para el 2021] permite contextualizar los datos del año pasado y visualizar diversas dinámicas específicas, entre las que se puede mencionar la relativa estabilidad de los homicidios de mujeres —cuyos números se mueven entre 2,408 en 2014 y 3,991 en 2021—, sobre todo si se comparan con la dinámica de los homicidios de varones, cuyo registro menos alto —imposible decir más bajo— fue de 17,503 en 2014, mientras el registro más alto corresponde al año 2018 con 36,685. Dado que la gran mayoría de las víctimas de homicidio son varones, la dinámica general de las defunciones por homicidio en nuestro país, es bastante semejante a la dinámica que siguen los homicidios de varones. En ese sentido, se alcanza a percibir un relativo movimiento a la baja entre 2012 —25,967 homicidios registrados— y 2014 —20,010; un aumento constante entre 2014 y 2018 hasta llegar a 36,685 en 2018 y una pequeña disminución —esa que presumen las autoridades de seguridad federal— durante la presente administración: 36,661 en 2019, 36,773 en 2020 y 35,625 de acuerdo con los datos preliminares de 2021.
Más allá del análisis que presenta Alejandro Hope en su artículo, que en estas “palabras” he referido como fuente de inspiración y de información, quiero explorar aquí ese dato duro y terrible mencionado al principio: el homicidio como causa principal de la muerte de en los grupos de edad de 15 a 24 y de 25 a 34 años, a la que se podría añadir que es la segunda causa de muerte en el grupo de edad de 35 a 44 años.
En la Gráfica 18 del Informe —“Diez principales causas de muerte según grupos de edad”— se muestran los datos que se acaban de mencionar: las agresiones [homicidios] como primera causa de muerte en el grupo de edad de 15 a 24 años, con un registro de 7,228 casos; como la primera causa de muerte en el grupo de 25 a 34 años, con un registro de 10,340 casos y como segunda causa de muerte —por debajo de la coyuntural de la Covid-19— en el grupo de edad de 35 a 44 años, con un registro de 7,664 casos.
A pesar de lo trágico de estos datos de jóvenes y adultos jóvenes víctimas de homicidio —a los que se podrían añadir un número indeterminado de las 9,782 personas desaparecidas en 2021— en el rubro del exceso de mortalidad por agresiones [homicidios] es de llamar la atención que el número registrado resultó inferior al esperado de acuerdo con diversas estimaciones.
En la Gráfica 83 —“Total de defunciones por homicidio por entidad federativa de registro”— se puede apreciar la enorme diferencia que existe entre el estado con mayor número de homicidios: Guanajuato, con 4,333 y el estado con menor número: Yucatán, con 55. En cuanto al estado de Nayarit, el total de defunciones por homicidio registradas, fue de 221.
El alto número de defunciones por homicidio que se siguen dando en nuestro país —de acuerdo con los datos más recientes de la ONU, solo Jamaica, Trinidad y Tobago, El Salvador, Honduras y Sudáfrica tienen tasas más altas que México— no puede dejar de preocupar ya que afectan de manera muy particular a varones entre los 15 y los 44 años que mueren de manera prematura y violenta…