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2022: Año de Bodas de Oro Parroquiales

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Por José Luis Olimón Nolasco

Como ya lo comenté en una colaboración anterior, el nombramiento de Don Adolfo Suárez Rivera —en aquel momento párroco de Venustiano Carranza en la Diócesis de San Cristóbal y colaborador en la Unión de Mutua Ayuda Episcopal [UMAE], una iniciativa de los obispos mexicanos para aplicar sistemáticamente las reformas propuestas por el Concilio Ecuménico Vaticano II— y su ordenación como V Obispo de la Diócesis de Tepic el 15 de agosto de 1971, trajo consigo el famoso “aggiornamento” [puesta al día] a la porción del Pueblo de Dios que había sido conducida por Don Anastasio Hurtado desde el entonces ya lejano 12 de abril de 1936, día en que fue consagrado obispo por el arzobispo de Guadalajara, José Garibi Rivera y cuya renuncia había sido aceptada por la Santa Sede, el 16 de julio de 1970. 

Como se afirma en la página electrónica oficial diocesana, desde su llegada “su preocupación fundamental se centró en la reorganización de las estructuras diocesanas de manera que fuera posible hacer entrar “el aire renovador” del Concilio Vaticano II”. 

Pues bien, uno de los ejes centrales de la reorganización de las estructuras diocesanas consistió en la división de la Parroquia de Tepic, la cual, tenía su sede en el Sagrario anexo a la Santa Iglesia Catedral y cuyos límites, si bien se habían visto reducido a partir de la erección de la Prelatura de El Nayar [previamente la Parroquia de Tepic llegaba hasta algunos poblados de la Sierra], seguía siendo territorialmente muy amplia y poblacionalmente muy numerosa, ya que, entre 1950 y 1970, la ciudad había pasado de 54,069 a 87,540 habitantes y se preveía que seguiría creciendo de manera significativa, tal como sucedió, ya que, una década después, habría alcanzado una población de cerca de 150,000 habitantes. 

Esta división se hizo realidad muy rápidamente, tanto que, este año, las parroquias que nacieron de esa división están celebrando sus Bodas de Oro. 

Corriendo el riesgo de que no las mencione todas e, incluso, que algunas de las que mencione no esté entre ellas, me atrevo a decir que en 1972 la Parroquia de El Sagrario de Tepic “dio a luz” nueve “parroquias hijas”: Nuestra Señora de Fátima, que tendría al P. Silverio Salcedo como primer párroco; San José, que tendría como primer párroco al P. Miguel Gameros; San Isidro, a cargo del P. José Ramón Valdés; San Juan, a cargo del P. Rogelio Estrada; La Santa Cruz de Zacate, cuyo primer párroco sería el P. José de Jesús Esparza; Santa María Goretti, cuyo primer párroco no recuerdo quién fue; San Antonio, a cargo del P. José María Rodriguez; Nuestra Señora del Carmen, a cargo de los padres de la Orden de San Agustín y El Purísimo Corazón de María, que tuvo al P. Alfredo Bernal como su primer párroco y que quedaría encomendada al Seminario Diocesano de Tepic. 

Como se puede imaginar, la división de la parroquia de Tepic [erigida desde el siglo XVIII], en aquel momento a cargo de Mons. Alejandro Jiménez, trajo consigo algunos problemas de adaptación [al grado que él mismo ya no quiso aceptar encargarse de alguna de las nuevas parroquias] en especial, en relación con los sacramentos del bautismo y del matrimonio, los que durante muchos años se habían tramitado exclusivamente en El Sagrario y en el templo de la Santa Cruz de Zacate. 

Con el propósito que las personas dejaran de acudir masivamente a la antigua parroquia de El Sagrario y se fueran acostumbrando a acudir a la parroquia que les correspondiera territorialmente, se tomó la decisión que El Sagrario no siguiera siendo parroquia, sino que, dicho coloquialmente “diera la vida por sus hijas”. 

Obviamente, la división territorial también condujo a ciertos problemas, al menos por algún tiempo, sobre todo para los fieles católicos del centro de la ciudad que acostumbraban asistir al Templo de Nuestra Señora del Carmen, a Catedral o a El Sagrario y que ahora, por vivir en la zona norte de la ciudad pertenecían a la Parroquia de El Purísimo Corazón de María, templo con el cual, solo se identificaban los católicos de ese pequeño barrio… 

Poco a poco, sin embargo y no sin resistencias, los fieles católicos [¡y las fieles católicas!] se irían adecuando a esa nueva división, al menos para los trámites oficiales, ya que, nada les impedía seguir acudiendo a los templos de su preferencia a otro tipo de celebraciones. 

Con el paso del tiempo, se fueron conformando, más allá de los asuntos relacionados con los sacramentos, comunidades cristianas y diversos movimientos y actividades parroquiales. El incontenible crecimiento de la ciudad traería consigo, en años más recientes, una nueva división de algunas de esas parroquias [“parroquias nietas”] buscando adecuarse a las nuevas circunstancias. 

El año siguiente —los días 4, 5 y 6 de septiembre de 1973, para ser preciso— tendría lugar, en el local del Seminario Diocesano, sito en la Ex-Hacienda El Tecolote y bajo la guía del pastoralista francés Mons. Fernando Boulard, la Primera Jornada de Revisión y Planeación Pastoral, uno de cuyos frutos principales sería la creación de dos estructuras diocesanas de corte eminentemente pastoral: los decanatos, destinados a la pastoral de conjunto de parroquias afines y las zonas pastorales, con un enfoque de corte social, destinadas a conocer y hacer frente a los problemas sociales, o dicho en términos aún vigentes, a discernir los signos de los tiempos. 

En ese contexto, las nuevas parroquias de la capital formarían parte de la Zona Pastoral Tepic y se dividirían en dos decanatos: el Decanato Centro y el Decanato Periferia, siguiendo, como se puede vislumbrar un criterio territorial, social y pastoral.  

La Zona Pastoral Tepic, dicho sea de paso, tendría un tercer decanato: el Decanato Suburbano del que formarían parte, la Parroquia de Xalisco, la Parroquia de San Cayetano e, incluso, la Parroquia de San Blas. 

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