¡Noticia de última hora!
La Plaza Principal de Tepic se convirtió, hace más de un siglo, en la famosa “Casa de Jabonero”. Retrocedamos al 19 de mayo de 1894, cuando el semanario El Tepiqueño relataba con picardía cómo este emblemático espacio público era un verdadero escenario de resbalones y carcajadas.
¡Imagínense esto! En menos de lo que canta un gallo y relincha un brioso, la gente caía en volteretas y peligrosos equilibrios, resbalando sobre cáscaras de frutos que caían de los árboles frutales de la plaza. Y si algún valiente rompía esa “máscara” de compostura, todos exclamaban: “¡Cáscaras! ¡Cáscaras y más cáscaras!”
Este lenguaje tan pintoresco y rítmico nos sumerge en un Tepic vibrante, espontáneo y lleno de vida. También nos invita a reflexionar sobre los cambios que ha sufrido nuestra Plaza Principal. En aquellos tiempos, la ciudad se adornaba con árboles frutales que, aunque causaban algunos traspiés, regalaban un toque de alegría y naturaleza en cada rincón.

Hoy, esos árboles han desaparecido casi por completo. Quedan apenas unos cuantos, para dar sombra, pero con su ausencia se ha ido también parte de esa magia natural que definía el carácter de aquel lejano Tepic.
¿Qué nos dice esto?
Que, en nuestro afán por modernizar, quizá hemos olvidado la belleza de lo simple y lo espontáneo. Esta transformación nos lanza una pregunta: ¿Qué valor le damos a esos pequeños detalles que hacían de Tepic un lugar único?