La tarea de estar detrás del lente de una cámara conlleva una inmensa responsabilidad, ya que la realidad siempre se presenta como un enigma difícil de descifrar; siempre habrá aspectos que permanezcan en la sombra. El proceso de capturar la esencia de un momento requiere no sólo habilidad técnica, sino también una profunda conexión con el mundo que nos rodea.
En el ámbito del periodismo impreso, especialmente en las páginas de los periódicos, a menudo la imagen se ve relegada a un segundo plano. Las palabras escritas tienden a ocupar el centro de atención, excepto en la sección policiaca.
Esta sección, indudablemente, atrae a los lectores por la curiosidad, el morbo, la desesperación o el anhelo de justicia. Sólo en este contexto, la imagen adquiere una importancia inestimable, ya que tiene el poder de transmitir de manera visceral lo que las palabras a veces no pueden expresar por completo. Sin embargo, esta no debería generar conflicto con las palabras escritas; ambas deben colaborar para otorgar dignidad a los hechos y proporcionar una narrativa completa que respete la integridad de la historia que se cuenta.
La fotografía como lenguaje siempre comunicará innumerables mensajes, pero la comprensión de dicha fotografía puede variar según el espectador; en muchas ocasiones, es una cuestión de perspectiva. La misma imagen puede adquirir significados diferentes según el texto que la acompañe, revelando la versatilidad de este arte visual. Por ello, al combinarse, la comprensión se eleva y la percepción se afina. La fotografía y la escritura se convierten en aliadas poderosas para revelar múltiples capas de una historia y permitir que el lector se sumerja en un mundo de matices.
Incluso, aprendes a escribir con luz sobre la vida y la muerte de una manera elegante, permitiendo que el lector no se quede simplemente con la impactante imagen de la nota roja, sino que pueda aprehender una realidad menos cruda y más comprensiva. La foto no sólo documenta momentos, sino que también arroja luz sobre la condición humana, revelando las emociones, los desafíos y las alegrías que constituyen la esencia de la vida, la fotografía es memoria e identidad.
Cada foto es única e irrepetible; cada una de ellas es una ventana a mi mundo, al mundo y a la realidad que el autor percibe en ese momento, en ese instante. Cada imagen refleja la pasión de hacer clic del fotógrafo que busca capturar el momento perfecto; sigue sus aspiraciones para así lograr transmitir sus sentimientos, o los de la persona o situación a retratar y lograr que sus fotos rompan fronteras.
Un lente tiene mil historias por contar. En ocasiones, la imagen yace sobre el negativo, escapando de nuestra percepción del verdadero propósito. Pero lo que podemos afirmar con seguridad es que la fotografía siempre sirve como un vínculo entre las artes, trascendiendo su mera naturaleza visual. Algunos la combinan, pasando del escenario al lente para capturar emociones dignas de enmarcar, o quizás dignas de olvidar. La foto se convierte en un puente entre la realidad tangible y la interpretación subjetiva, y a través de ella, exploramos la diversidad y complejidad del mundo que nos rodea.
Eso sí, este arte tiene un riguroso proceso en el que nada es casual, clic, edit, repeat una y otra vez hasta satisfacer a tu ojo, o quizá sí, puede radicar en la paciencia o ser bendecido de estar en el momento exacto y lugar indicado.
Cada imagen capturada es el resultado de una serie de decisiones conscientes, desde la elección de la composición hasta el ajuste de la exposición, seguidas por un minucioso proceso de edición para lograr la visión deseada. Es un viaje de aprendizaje continuo y un compromiso con el arte de contar historias visuales que perduran en el tiempo, para que al final, podamos observar la imagen y decir esto es un sueño cumplido.